Mucho teatro

Por Wilfredo Espina

En una sola frase Josep Cuní ha descrito, definido y ridiculizado la actual política catalana. “La nueva política catalana –escribe- tiene mucho de representación y poco de realidad”. Esto, dicho por un gran profesional del periodismo que, desde muchos años, vive inmerso en las cuestiones de la actualidad política y en diálogo constante con sus protagonistas, tiene una importancia testimonial de primer orden.
Mas Pujol Política catalana, mucho teatro
Jordi Pujol con Artur Mas

Probablemente, el acierto de esta frase se deba a que su autor, también forma parte de esta escenificación que denuncia. Profesionalmente, se mueve en la misma escena de la representación y contribuye a que se desarrolle y a que el publico la contemple en directo. Esta complicidad, manteniendo las debidas distancias, da mayor credibilidad a su afirmación. Y es grave esta constatación de que estamos en una política de teatro.
Hay una realidad social y una escenificación. Aquella es la que vive la ciudadanía, la que la gente palpa, siente y desea. La segunda, la que claman y gesticulan en el escenario político unos actores que juegan su juego, pactan o disputan entre ellos, se imaginan o inventan, según sus intereses partidistas o personales, y en lugar de afanarse en reflejar la realidad en su conjunto, la parcelan y manipulan.
Y una vez parcelada y manipulada, escriben un guión o varios, para presentar la virtualidad de su imaginario como si fueran los intereses reales y prioritarios de los ciudadanos. Y en este esfuerzo gastan las energías que debieran emplear en resolver los problemas de la sociedad. Y, a veces, para mayor escarnio, a sus guiones prefabricados les llaman programas de los intereses de país.
Consumada, así, la obscenidad de confundir “el pais” con su imaginario partidista, se lanzan a la captura de los despistados y discrepantes, intentando imponer al todo lo que solamente representa a una parte. Con este gesto totalizador pretenden secuestrar la diversidad y pluralidad de la sociedad catalana.
Desde el escenario del poder o de la representatividad nominal que las urnas dieran a unos partidos escasamente democráticos, escenifican una representación teatral que los medios públicos, los subvencionados y los interesados se encargan de acreditar, mangificar y popularizar. Entonces, la calle indignada y cabrada por tantos problemas, debidamente dirigida y adoctrinada, se moviliza bajo el estandarte de cuatro tópicos bien aderezados.
Y el círculo se cierra apelando al mandato de la calle, lo que antes se proclamó generosamente desde los púlpitos sacralizados. “Mucho de representación y poco de realidad”, como Josep Cuní ha descrito, definido y ridiculizado la actual política catalana. La gran farsa.

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