Nostalgia del comercio

Por Susana Tejedor

La ‘Librería Sant Jordi,’ en Barcelona, podría cerrar sus puertas, tras tres décadas ofreciendo lo mejor en arte, arquitectura, diseño y fotografía, a causa de la subida del alquiler. Ya ocurrió anteriormente con otras dos históricas de la ciudad , ‘Catalonia’ y ‘Documenta’ (ésta prosigue pero con un cambio de ubicación que siempre perjudica). Y lo peor es que sus locales son ocupados por grandes cadenas que en nada respetan el cuidadoso y esmerado decorado que durante años fue uno de los reclamos de estos tradicionales negocios.

Hace unos meses, un escritor catalán afincado en nuestra región, me comentaba desolado la orfandad que suponía el cierre de algunas de las librerías más emblemáticas de su tierra.

Ya sé que de nostalgias no se vive, pero ver reconvertido el Teatro Arango en un establecimiento de estética; el Cine Robledo, en un negocio de hamburguesas; el cine María Cristina, en una entidad bancaria, o el Cine Goya, en un hotel, duele…

Y es que la cultura siempre sale perjudicada. Parece que sustituirla es el signo de los tiempos.  En Asturias hay unos cuantos ejemplos, pese a que acaba de anunciarse que los precios de alquileres han caído.

Hay planes de urgencia vecinales, hay recogida de firmas, hay voces que se alzan en contra de nuevos negocios, pero, al final, de nada sirve. El dinero siempre manda.


Hay otros países que protegen con uñas y dientes su cultura. Francia, por ejemplo, ofrece a las librerías ayudas para su mantenimiento. De hecho, allí, son un elemento irrenunciable del saber. Aquí, en cambio, en España, vemos impasibles cómo desaparece parte de nuestro patrimonio, y con el tiempo recordamos con nostalgia que donde hoy hay negocio, antaño hubo cultura que también aportaba dineros.

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