Gallardón vuelve a las obras

Por Juan Carlos Escudier

Con los franceses de Bouygues o con el cazatalentos que ha elegido a Gallardón para que presida su filial de ingeniería en España –que no habrá sido Esperanza Aguirre– hay que quitarse el chapeau. Por mucho que se buscara, no había candidato mejor, más preparado y con mayor experiencia en obras públicas que el Faraón de Cibeles, un hombre capaz de visualizar un puente donde ni siquiera hay río, el mayor adjudicatario de la historia al que tanto ha añorado Florentino Pérez y del que ahora no sólo será amigo sino también colega.

El fichaje se produce al toque de campana que marcaba el fin de sus incompatibilidades y demuestra que en los dos años desde que dejó Justicia no perdió el tiempo.

Gallardón es la demostración viva del reciclaje personal y un ejemplo para los parados de la crisis. Licenciado en Derecho en la misma promoción que el rey de bastos, jamás había ejercido como abogado hasta que el Gobierno le permitió abrir despacho al abandonar el Ministerio. Rápidamente, los galos llamaron a su puerta para que les asesorara, sabedores de su valía incuestionable.

La historia de Bouygues en España ya se había cruzado tangencialmente con Gallardón y con Florentino, su constructor de cabecera. Martín y Olivier cruzaban tiros con lo más granado de nuestra plutocracia, desde Abelló a los March, pasando por los Albertos, Isidoro Álvarez, Luis del Rivero y el hoy rey emérito, que a falta de elefantes y osos nunca hizo ascos a los muflones.

Posiblemente, en alguna de aquellas cacerías, allá por 2002, conocieron por boca de Fernando Fernández Tapias, su hombre en estas latitudes y otra de las escopetas nacionales, el interés del Santander de Botín de poner a la venta su paquete de control del 23,5% de Dragados. Y a por él que fueron.

Fue en ese momento cuando aprendieron cómo se hacen aquí los negocios. Mientras esperaban a la valoración de la constructora, los March y Florentino Pérez, informados por el consejero delegado del banco Alfredo Sáenz, les madrugaron la pieza. En un santiamén cerraron la compra por 900 millones, de los que 534 eran pura plusvalía para el banco, en una operación al borde la legalidad, como casi todas. Lo normal hubiera sido lanzar un OPA por el 100% de la empresa para que los accionistas minoritarios compartieran las ganancias. En vez de eso, lo hicieron por el 10% y con otros 383 millones sobre la mesa se comieron el pastel y algunos pocos afortunados probaron las migajas.

Fernández Tapias representaba a los Bouygues en Aguas de Valencia y a la vez era el vicepresidente del Real Madrid de Florentino, puesto al que llegó recomendado por Gallardón. Al naviero, un clásico de las revistas del corazón, le persiguió la discreción durante toda su vida pero él siempre corrió más.

Muchos recuerdan una de sus frases más memorables: “Yo soy el que le hago la hucha a Alberto”, proclamaba y se le tomaba a broma. Pues bien, Alberto ya habla francés.

¿Que para qué quiere una multinacional de la construcción, del tratamiento de aguas, y de la comunicación –son los dueños de TF1– colocar al frente de Colas, su empresa de ingeniería, a un expolítico licenciado en Derecho? Para que exhiba sus conocimientos técnicos, obviamente, porque tratándose de un hombre tan recto y cabal nadie podría esperar que coqueteara con el tráfico de influencias tirando de su agenda de contactos.

Nadie mejor que él conoce lo que es un reformado de obra, ese instrumento por el que un proyecto como el del soterramiento de la M-30 en Madrid, estimado en un principio en 1700 millones de euros, se adjudica a ACS y Ferrovial –a quién, si no– en 2.500 millones y acaba costando 5.600 y sobrepasa los 10.000 si se les suma los intereses. O cómo se remodela un palacio, el de Telecomunicaciones que, entre pitos y flautas, salió por un pico de 500 millones, incluida su reforma, que de 80 millones pasó a 136, un 70% más. Su experiencia internacional es innegable, ya que, a cuenta de las aventuras olímpicas, el entonces alcalde, a la manera de Phileas Fogg, se recorrió el mundo un par de veces a gastos pagados, sin que aún esté muy claro por cuánto no salió la broma de las corazonadas.

Llega, por tanto, Gallardón preparadísimo a un puesto en el que brillará con luz propia en ese universo de constructores que tan bien conoce. A los franceses les ha costado pero, finalmente, han comprendido que al sur de los Pirineos, justo en la frontera con África, se trabaja de otra manera. Han puesto a sueldo a quien les enseñará todo lo que han de saber sobre la idiosincrasia española, todo un catedrático.

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