Oremus

Por Juan Carlos Escudier

El tirón de Unidos Podemos es innegable. Ha bastado que los de Iglesias pidieran que RTVE suprimiese de la parrilla de La 2 la emisión de las misas de los domingos para que la audiencia se haya triplicado hasta alcanzar el 19% de cuota de pantalla (un millón de televisores). De seguir así las cosas no sería extraño que las cadenas privadas contraprogramaran rápidamente con misas patrocinadas por Heineken y con pausas publicitarias entre la homilia y la comunión.

Nada de esto habría sido posible sin la colaboración de algunos dirigentes del PP y su campaña de whatsapp, una especie de “a ver la misa, pásalo”, a la que se unió Tamara Falcó, la hija de Isabel Preysler, que ahí donde la ven es pura espiritualidad: “Yo creo que hay que hacer lo que se pueda, pero muy tranquilos, que si se pierde esta batalla, Jesús siempre va a encontrar una forma de ganar la guerra”, ha dicho en una entrevista con Infovaticana, que es el armado brazo digital de la fe católica.

Sostiene Podemos, y algo de razón tiene, que en un país aconfesional la televisión pública no debería difundir ritos religiosos, tesis con la que en principio pareció comulgar Ciudadanos y de la que luego se desdijo el veleta de Albert Rivera al comprobar el viento soplaba en contra y le movía el flequillo. Lo cierto es que RTVE dedica también espacios de menor duración a la comunidad musulmana, judía y evangélica, aunque sólo en el caso de la Iglesia católica retransmite ceremonias en directo.

El asunto, que sin duda merece un debate, ha tomado este martes nuevos aires después de que la portavoz en el Congreso de UP, Irene Montero, denunciara que en estas misas se ha podido ver “cómo la jerarquía católica incitaba al odio a los homosexuales o hablaba de los derechos de las mujeres, como el del aborto, como algo abominable”. Y de que el abstemio Carlos Herrera, el mismo que afirmaba hace un año en la revista de la DGT que él era mucho de autobús porque “no tienes que aparcar, te deja en el sitio, te bebes las copas que quieras…”, cargara contra Podemos: “Estos tipos están durmiendo la borrachera a esa hora que sale la misa, la borrachera de cerveza caliente del sábado, así que difícilmente la van a ver”, decía en la Cope.

Lo del rey del fino fueron palabras gruesas y lo de Montero palabras mayores. Si ha habido misas en las que se ha incitado al odio no se explica por qué no se ha acudido ya a los tribunales. El artículo 510 del Código Penal castiga con penas de uno a tres años a los que “difundieren informaciones injuriosas sobre grupos o asociaciones en relación a su ideología, religión o creencias, la pertenencia de sus miembros a una etnia o raza, su origen nacional, su sexo, orientación sexual, enfermedad o minusvalía”. Si los periodistas que denunciaron amenazas de Podemos hubieran debido, según Pablo Iglesias, poner esa información en manos de un juez por tratarse de delitos, ¿por qué Podemos no ha hecho lo mismo en este caso?

Tampoco se explica que la petición para suprimir las misas no se replique en las distintas comunidades donde sus televisiones autonómicas también las emiten, tal es el caso de la ETB1, que la tiene programada para este domingo a las 10 de la mañana, eso sí en euskara.

Nadie duda de que la televisión pública deba defender los valores de tolerancia, los derechos de las mujeres y el de cualquiera a amar o casarse con quien le plazca, que es la tesis de Podemos, pero es discutible que, incluso desde el ateísmo más militante, no hayan de considerarse estas retransmisiones como un servicio público. Antes de que estallara la polémica, la misa de La 2 era seguida por cerca de 300.000 personas, a las que se presumía, en su mayoría, imposibilitadas físicamente par acudir a las iglesias y cumplir con su creencia religiosa.

La oferta televisiva en tan amplia que no parece que la programación de estas ceremonias en una cadena y en un horario forzosamente minoritario cause mayores trastornos en un país donde, se quiera o no, una mayoría de la población se declara católica. Lo único que cabría objetar es que otras religiones no reciban un trato similar. Los que a esa hora se sientan ante el televisor para recibir la bendición del señor de la sotana también son contribuyentes y sufragan las misas y los documentales del Serengeti. No estaría de más tenerlo en cuenta.

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