EDITORIAL / La mina, ahora

Patronal y sindicatos alertan sobre la situación terminal de las minas de carbón en España, cuyas explotaciones pueden cerrar "una a una y mes a mes" a partir de ahora por decisión de la Unión Europea, que no quiere seguir financiando las que sean deficitarias (o sea, todas las de Hunosa... cuando menos). Al sector le gustan estas afirmaciones apocalípticas, pero el caso es que 2018 se acerca y alguna vez será cierto lo que lleva tiempo anunciándose para entonces: el cierre de las minas que pierden dinero.

El Gobierno de Asturias quiere crear un frente común de las administraciones para evitar esta situación, pero más por el interés de su presidente (ingeniero de minas él mismo, no se olvide; y puesto en primera línea de la política por el sector minero de UGT) que por convicción de su sociedad. Ayer mismo, cuatro ex-mineros gritaban en Gijón: "La mina ye el cáncer de Asturias y habría que cerrarla", decían mientras se gastaban su pensión en sidra.

Efectivamente, el sostenimiento del carbón ha costado mucho a esta tierra (más de lo que creen sus prejubilados, aunque menos de lo que quiere poner en valor su presidente), pero la historia escribió un punto y aparte el día en que el socialista José Ángel Fernández Villa quiso aflorar su fortuna opaca al fisco al amparo de una iniciativa de la derecha más rancia.

El de Tuilla construyó su figura pública sobre tres patas: era un hombre de izquierda, era un asceta y era incuestionable moralmente (ninguna de las cuales es verdad, pero ya se sabe que en política importa más lo que parece); y las tres se han venido abajo... así que su mina también.

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