Primicias de risa y asombro

Por Francisco Correal

Recuerdo su risa y su asombro. Las dos armas más eficaces de su cordialidad. Era una maestra del oficio, pero no dejaba de aprender. Nos enseñó muchas cosas, pero sin darnos una sola lección. Es apasionante vivir la botadura de un barco de papel y en esa aventura es donde conocí a Pilar Casanova. Venía con su infatigable compañero de fatigas Carlos Enrique Bayo, nombre imprescindible en el buen rumbo que fue tomando este periódico por el que tanto batalló. Era maravilloso empezar un periódico local con esos aires tan cosmopolitas. Pilar vino desde Barcelona a Sevilla pasando por Washington y Moscú, donde compartió las experiencias que Carlos Enrique narró en su libro Así no se puede vivir. Un título que ahora suena a dolorosa paradoja. El barco salió de puerto el 28 de febrero de 1999 después de varios números cero en el World Trade Center de la Cartuja y Pilar fue una especie de madrina, consejera de una generación de periodistas jóvenes y entusiastas. Exprimió cada día en Sevilla como si fuera el último con una mirada de extraterrestre, no es nada raro tener alma de marciano para sobrevivir en esta ciudad, pero nunca con aires de superioridad, de prepotencia, de yo he estado aquí, allí y acullá.

Nunca presumió de pasaporte ni de corresponsalías porque sabía que el auténtico viaje es el interior. Enamorada de su oficio y de su hombre, Casanova al cuadrado, con el que vivió en los dos sumandos de la guerra fría, el de Karla y el de Smiley en las novelas de John le Carré, el crepúsculo de un milenarismo que fue mucho ruido y pocas nueces. Se hizo andaluza adoptiva sin jugar a viajero romántico. Quería fotos y no postales. Su asepsia profesional por exigencia del guión escondía una pasión desmedida por el día como universo en el que transcurre la acción de los diarios. Un día sin Pilar debe ser muy duro. Una vida, una barbaridad. Me llegan los ecos de su risa, las preguntas de su asombro. En este oficio te despiden sin tiempo de despedirte, descuelgas el teléfono y es la guadaña. Perro no come carne de perro, pero a veces van directos a la yugular.

Se te quiere, Pilar.

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