EDITORIAL / Aznar

Un escalofrío acaba de recorrer el dorso de la derecha española –más numerosa de lo que comúnmente se cree– a cuenta de un rumor según el cual José María Aznar podría estar preparando la creación de un nuevo partido político, situado más a la diestra que el PP. Pero ha resultado que todo fue un bulo –un fake, como dice la primera generación de Internet– y era improbable que fuera de otra forma.

Porque el espacio conservador está muy disputado en este momento, con Ciudadanos, el Partido Popular, Foro, VOX y las organizaciones extremistas o fascistas, por no hablar de las formaciones nacionalistas de ese espectro. Así es que aglutinar a toda esa gente es mucho más difícil que antes.

Además, Aznar tiene una posición más cómoda como patriarca gruñón para Mariano Rajoy y los suyos de la que tendría como rival político. Lo sucedido con Adolfo Suárez cuando fundó el CDS lo ilustra muy bien: "Me quieren, pero no me votan", decía el de Ávila cuando fracasó en su segundo intento; algo parecido podría sucederle al bigotudo madrileño de Valladolid.

El marido de Ana Botella –mentiroso, soberbio y manipulador– consiguió irse de la política sin ser juzgado como criminal de guerra por el ataque a Irak y sobrevuela sin mácula los escándalos de corrupción del PP (que son de su época) porque está retirado... aunque su arrogancia le impide estar callado y por eso torpedea a Rajoy de vez en cuando.

Y ha renunciado a ser presidente de honor de su partido para poder seguir haciéndolo sin que nadie le acuse de ser desleal al sucesor que él mismo señaló con el dedo. Pero de ahí a volver a la arena de la política hay un trecho, el que separa la dialéctica del navajeo. Así es que la derecha española no corre peligro de tener que elegir entre un presidente y un ex.

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