El ocaso de los dioses

Por Ana María de Luis Otero

Lo bueno o lo malo de vivir intensamente es que uno acumula datos para luego refrendarlos con mejor o peor fortuna y con ello, sobrevive otros tantos años para contarlo. Digo esto porque leo estupefacta noticias de traición, de dolor y de enemistad; de odio invertebrado y de celos, mentiras y rencores; un ideal para un mundo que se revuelve en este final de mes, acaso un otoño tardío en esta España, con un gobierno recién pactado y a un mes para cantar el fun, fun, fun.

Una mujer siempre vestida de rojo, declaraba tras ser imputada por un caso de corrupción un lunes cualquiera.  Fue alcaldesa de su ciudad natal; la Valencia que dejó atrás tras 25 años de absoluto poder. Hasta ahí, todo iba bien, si no fuera porque la corrupción; esa moneda de cambio en este país, le jugara una mala pasada y su nombre apareciera en los papeles; ¡ay periodistas canallas que todo lo contáis!

Rita, la mujer que dejó en el diccionario de improperios aquello de "el caloret” moría sola como un perro, en la frialdad de un hotel de Madrid, lejos de las cañas y barros de su tierra. Los que decían ser amigos la juzgaron antes y se apartaron no fuera a ser que me salpicara alguna reja que otra; y los que le fueron leales, permanecieron callados hasta que todo eso llamado justicia tuviera algo más que añadir. Y no pudo ser. La muerte nos iguala a todos, tengamos las manos llenas o quizá vacías. Nos vamos igual que venimos; solos, como esta pobre mujer que no tuvo la oportunidad de ser juzgada y murió imputada. Solamente eso. Nadie puede afirmar que llevó nada en la buchaca porque allí nos vamos solos y, ¡no fue juzgada, así que dejénla morir en paz!

Un presidente que ha tenido que escuchar a su paso por el cortejo fúnebre, ¿a que vienes Mariano? ¡Ay, Mariano! ¡En vuestra conciencia pesará! Aquel hombre que le espetó eso sin dilación que ya no sé si podrá jugar con ella al dominó, pero no sé yo, cómo va a dormir.

¿Cuántas son ya las personas que han fallecido por esta causa? Esta empezando también a ser moneda de cambio; enterrar a aquellos que se encuentran en procedimientos judiciales y no pueden con ellos, porque poder significa, y significaría, obtener la recompensa a haber amasado un dinero que no pudieron gastar porque ninguno cumple ya sesenta años.  Tristes vivencias las que nos acompañan en estos años de casos y corruptelas como si estuviésemos de nuevo con las artes de Curro Jiménez por la Sierra Morena.

Otro figura que ha muerto, unos dicen por fin, y otros, lo sienten, es Fidel Castro. El hombre que hizo posible la revolución cubana en 1959, en aquellos tiempos en los que todavía no había emergido la Cuba que ahora parece acercarse a los Estados Unidos de Trump. Un guerrillero alto y carismático que llevó con su locuaz labia al pueblo cubano a la hecatombe; uno que vió pasar a tantos presidentes como sus nueve décadas le permitieron y poner encima de la mesa el hambre y la sinrazón, los frijoles y el todo para todos porque lo digo yo. Y en un día inesperado, aunque ya se despidiera días atrás, se va dejando mando en plaza a Raúl; un hermano complementario como dicta El Nacional algo menos pizpireto y sin labia alguna “muchacho”.

Un ejemplo para todos los pueblos que plantan cara al imperialismo en todo el planeta” dicen los de la izquierda española, “una guía para toda la izquierda mundial en análisis y alternativas en la lucha de los pueblos contra el capitalismo”, añade. “Una historia llena de luces y sombras” dicen otros populistas.

Y mientras eso sucede, el socialista que se marchó sin el apoyo de los suyos, vuelve con su coche en este otoño que no deja indiferente a nadie y habla también de revolución. Su “No es No” será ya una forma de vida como “El Caloret” de la senadora Barberá, qepd. El ocaso de los dioses empieza a ser una realidad como lo hemos visto a lo largo de la historia. Poder, dinero y corrupción, llevan de la mano, el buen hacer, la política y repartir lo que es de todos; pero no se sabe qué pasa, que al final, todos, sin dejar uno, dejan solos a los que eran amigos y pasan de tener lealtad a tener competencia.
Pedro Sánchez vuelve como las oscuras golondrinas; luchará con su revolución porque el puño en alto y la rosa sin espinas vuelva a los votantes que no se vieron respetados y le honra poder hacerlo solo.

Porque como Rita, los traidores no le apoyaron y bajaron el pulgar para que fuera condenado. ¡Ay de esta vida que se repite y nos iguala a todos para que no nos olvidemos! ¡Ay de los amigos que nos abandonan bajo el juramento de no hacerlo jamás! ¡Ay Rita! ¡qué solos se quedan los muertos!
Aquí abajo, como se ve, como también decía el poeta Ramón de Campoamor, “En este mundo traidor,  nada hay verdad, ni mentira; todo depende del cristal, con que se mira”.

Pues eso.

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