El último vals

Ana María de Luis

No sé cómo seremos capaces de recibir al año nuevo de nuevo. Pérez de Arteaga se ha marchado hoy sin una melodía previa. El hombre que con su voz nos invitaba a trasladarnos como uno más al lugar en donde los privilegiados reciben entre acordes los buenos deseos; esos que raramente se logran entrado el año que comienza, ya no está entre nosotros.

Su voz formaba parte de los hogares en donde horas atrás se habían organizado cenas copiosas con las mejores viandas y fiestas hasta el amanecer. Gracias a su acertada descripción los doctos y menos doctos en música clásica, empezaron a amarla y a trasladarse al lugar en donde acaso Sissi bailara alguna vez. Esa Viena majestuosa con la que más de una niña soñó con ser princesa.

José Luis Pérez de Arteaga fue capaz de explicarnos qué significaban los acordes de su admirado Mahler y siempre, siempre, de su adorado Strauss, el padre, no el hijo, apuntaba cuando relataba la armonía de ese vals. Este año nos deseó lo mejor en uno que apuntaba al diecisiete. Era el último para él y casualmente fue hace nada. Un mes y ocho días han permitido que el escenario que prometía ser un mejor año haya apostado por el final de esta persona, bella y anónima. Periodista que como todos las que nos acompañan cada día en nuestras escenas, por cotidianas y vulgares que sean no tengan un rostro pero sí una voz en donde acomodarnos. Y la suya era la de Pérez de Arteaga, el maestro de la música.

El sentimiento que tenía hacia la música era mucho más grande que su descripción, y en ella, siempre estará su voz. La voz que nos hizo desvelarnos esa noche para aparecer por la mañana con el entusiasmo del nuevo año. Radio Clásica pierde una voz y los españoles perdemos un referente de la música clásica; una parte de nuestra vida que hoy se ha arrancado de un plumazo.

Asociarle a los conciertos de la Orquesta y Coro Nacionales de España o escucharle hacer una crítica en El ojo crítico o En Clave de 5, en donde dirigía uno de los mejores programas que se han hecho de música era todo uno. El último acorde siempre nos permitía saber que quizá, como bien decía él, nos veríamos al año que viene.

¡Maldita vida la que no nos permite soñar! Gracias, José Luis, por dejarnos aquí tu voz, tu conocimiento y tus referencias. Siempre nos quedará tu enorme recuerdo en los podcasts de radio, mientras tú, ya descansas en paz.

Adiós amigo.

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