EDITORIAL / Victoria amarga, derrota dulce

Las elecciones del domingo 26J –repetición de las del 20D, no se olvide– han dejado un resultado imprevisto por los propagandistas, aunque no inesperado por los expertos... ni por la victoria (cantada) del Partido Popular ni por el 'gatillazo' (previsto) de Unidos Podemos. El PSOE seguirá siendo la fuerza hegemónica de la izquierda –y no Pablo Iglesias, que sólo ha cogido el rábano por las hojas– y Ciudadanos aún no es alternativa para la derecha –donde la corrupción es un lastre sólo cuando le perjudica–. Y ello porque la nueva política es igual que la vieja.

Se vio en el televisivo debate 'a cuatro', donde todos los candidatos fueron sólo un producto de la mercadotecnia –que si el atuendo, que si el movimiento de manos, que si las frases–; se vio en la campaña, absolutamente orientada a la comunicación –que si tele, que si más tele–; y se vio en las encuestas, orientadas a dirigir la opinión antes que a medirla –que si 'sorpasso', que si...–. La cosa no tendrá vuelta atrás, de ahora en adelante.

De modo que el PP puede estar contento porque ganó, aunque para gobernar necesita, al menos, el apoyo de Ciudadanos a Mariano Rajoy y/o la abstención del PSOE en la votación de investidura (lo que es mucho decir, aunque habrá que ver) y los socialistas pueden estar felices por no haberse visto superados por Podemos pero no pueden alejarse del todo de Albert Rivera, ya que necesitan para gobernar el apoyo del primero y el segundo (lo que es aún menos alcanzable, aunque todo es posible). De modo que habrá que ver: es la hora de la política.

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