Por En Cierta Medida ¿El cine? Bien, gracias. ¿Y los cines? No tan bien. Cuando pienso en una sala de cine me vienen a la cabeza el Ráfaga de Avilés o el Goya de Gijón, donde vi con mi abuela a mi gran heroína Pippi Calzaslargas. O el Albéniz, donde vi una reposición de '2001: una odisea del espacio', y cómo un señor abandonaba la sala con sus dos niños porque creía que les había llevado a ver una secuela de 'La guerra de las galaxias'. O el Brisamar, donde tuve el inmenso placer de ver 'Let it be' con mis amigos. El pobre cine Ráfaga de Avilés se ha quedado en los huesos. El Goya ha desaparecido, el Albéniz ya no es un cine, el Hernán Cortés y el Robledo ya no existen, y el Arango fue ocupado durante un tiempo por la Corporación Dermoestética… Cuando pienso en los viejos cines, siempre me acuerdo de los mármoles de la antigua Roma… Tras la caída de Roma, de esos preciosos mármoles, en gran parte, se hacía cal. En Roma había hornos de cal por todas partes...
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