El Brexit y la democracia británica

Por Antonio Gutiérrez

La democracia británica es, y ha sido desde antaño, una de las más respetadas y venerables de Europa. Quizás por su larga historia, por su tradición, por pensadores como Mill o Locke o, simplemente, quizás por esa pasión que sienten los ingleses por la libertad. Pese a la degradación política que se sufre y a la que Westminster no es ajena, muchas son las razones que continúan haciendo del Parlamento británico un referente político.

En todo caso, la valía del Parlamento y, en extensión, de su democracia ya quedaba demostrada en episodios como los ocurridos durante el siglo XVII. La sociedad británica ha sido capaz a lo largo de la historia de preservar una tradición democrática resiliente y capaz de adaptar lo “viejo” a lo “nuevo”. El último ejemplo fue el referéndum en Escocia, un ejemplo de democracia y de confianza de la sociedad inglesa en las instituciones.

Este próximo 23 de junio, Reino Unido se enfrenta a una de las decisiones más importantes de las últimas décadas, el referéndum sobre la permanencia o no de Reino Unido en la Unión Europea, proyecto del cual fuera un pilar fundamental y, a la vez controvertido, como plasmaba Winston Churchill: “Estamos con Europa, pero no en ella. Estamos vinculados, pero no comprometidos”.

El Primer Ministro, David Cameron, encendió la mecha de lo que pudiera ser una polvorosa y destructiva situación a los dos lados del Canal de la Mancha. Todo referéndum es una opción de alto voltaje. En su estrategia electoral por continuar en el cargo, Cameron atrajo al foco central de las pasadas elecciones dicha cuestión sin, quizá, prever las magnitudes que supondría y que ya se hacen notar.  No son pocos los estudios que alertan de las repercusiones económicas que conllevaría el Brexit, como la London School of Economics que compara a la hipotética salida del Reino Unido con la crisis financiera de 2008-2010, o las consecuencias internacionales que conllevarían, como recoge el Real Instituto Elcano. Asimismo, la salida conllevaría la pérdida del mayor inversor, la Unión Europea, así como el acceso al mercado interior y la libre circulación de personas y mercancías.

Pero no solo pierde Reino Unido, también pierde la Unión, pierde España y perdemos todos. Es innegable la aportación del país atlántico al proyecto europeo, y no me refiero sólo en términos económicos (UK aporta a los Presupuestos de la UE 11.342 millones de euros), sino en las relaciones culturales o políticas, que también se verían resentidas.

Cameron, que volvía victorioso de las negociaciones con la Unión, en las que había conseguido nuevas concesiones en una Europa que mostraba cada vez más diferencias entre sus miembros, ve peligrar la locomotora que simbolizaba su país. El resultado del próximo día 23 puede conducir a Reino Unido a una incertidumbre política cuyas magnitudes no somos capaces de prever.

En el caso de que las encuestas yerren y finalmente gane el Bremain, Cameron habrá salvado algo más que al país de una importante recesión, habrá entrecerrado la puerta de la división del continente. Su liderazgo político se verá reforzado y habrá demostrado una vez más, la brillante diplomacia que caracteriza a su país. Sin embargo, si finalmente el resultado que auguran las encuestas se cumple, la estrategia de Cameron habrá fracasado y, con ella, su carrera política. Pese a que el referéndum no es vinculante, no cabría imaginar que el Parlamento contrariase la voluntad popular, algo sorprendente en la democracia británica. Es por ello que, la decisión que el pueblo inglés tome el próximo jueves será sumamente meditada por el Gobierno de Cameron y por el Parlamento, quienes deberán asumir el resultado de la consulta y votar en conciencia si finalmente uno de los promotores de la integración europea abandona el barco, para remar en solitario.

Pero la cuestión no queda sólo ahí, el camino no termina en la salida de Reino del grupo de los 28. Tras de sí queda un interrogante más oscuro: ¿Cómo serán las relaciones entre la UE y Reino Unido como ex miembro? Me temo que Bruselas no será magnánima con aquellos que abandonan el barco cuando las tempestades arrecian.

Son muchas las razones por las que señalar “Remain a member of the European Union” y todas ellas grabadas en el lema de la Unión, United in diversity.

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