Hacer amigos en el voluntariado

Por Carlos Miguélez Monroy

Entre las motivaciones más frecuentes de personas que se interesan por actividades de voluntariado está la de conocer gente nueva. Canalizada hacia el compromiso con uno mismo, con las personas en exclusión, con la organización y con los compañeros, esta motivación puede resultar tan válida como cualquier otra.

El voluntariado tiene una riqueza que permite conocer personas de distintas edades, situaciones profesionales, niveles de estudios y procedencias. Pero sin habilidades sociales, sin empatía, sin respeto y sin sentido de equipo, una persona con esa motivación puede no encajar, sentirse excluida y acabar dejando el voluntariado, incluso con mal sabor de boca y con resentimiento. Así, un movimiento que busca la integración y la participación puede conseguir justo lo contrario si las organizaciones sociales no cuentan con un sistema de acogida capaz de detectar y de canalizar las motivaciones hacia el compromiso con una formación adecuada y con canales adecuados de participación.

Conocer gente enriquece y proporciona satisfacciones que pueden servir para consolidar el compromiso con las personas mayores, con las personas sin hogar, con los presos, con enfermos, con personas discapacidad, con inmigrantes y con otros grupos humanos a los que excluye el sistema económico y social. Las personas se comprometen más con aquello que les gusta hacer.

Pero si la búsqueda de amistad o de pareja relega los fines del voluntariado a un segundo plano, se podría instrumentalizar a las personas en exclusión, a las organizaciones y al propio movimiento de voluntariado.

Se consiguen los amigos o la pareja, se organizan comidas, salidas nocturnas y diversas actividades complementarias al voluntariado. O paralelas. ¿Y luego? En función de lo que quede de ello se podrá conocer el grado de compromiso real, que no puede atribuirse sólo al trabajo de las organizaciones. Los espacios participativos han cambiado y quizá la gente también. Crecientes dificultades para conocer gente después de la universidad, mayores exigencias, menos tiempo libre, dispersión atribuible a las tecnologías, a la multiplicación de tareas, a las prisas, a la proliferación de másters y de actividades diversas de formación para conseguir trabajos precarios y que no ofrecen ningún tipo de estabilidad.

A pesar de ello, las organizaciones de voluntariado no pueden renunciar a la excelencia en la parte de compromiso que sí les corresponde. La canalización de diversas motivaciones para hacer voluntariado comienza con la primera toma de contacto entre la persona candidata y la organización. Una llamada por teléfono, u correo electrónico que, bien respondido con información sobre el compromiso básico, las posibilidades de voluntariado con explicaciones breves pero precisas y los horarios suele encauzar un buen comienzo. La forma de responder una llamada o un correo tiene más importancia de lo que podemos pensar. Comunicamos con el tono de voz, con la mirada y con el lenguaje corporal cuando alguien se acerca a la oficina o con el tono de un correo electrónico.

Algunas organizaciones convocan a estas personas interesadas a sesiones informativas para ampliar esta información y ver cómo se desenvuelve en grupo. Luego vienen las entrevistas personales para conocer a la persona, para escuchar sus motivaciones, despejar sus dudas, describirle el contexto en el que se va a desenvolver, plantearle posibles obstáculos y dificultades, explicarle para qué sirve lo que hace y darle a conocer las distintas herramientas que tendrá a su alcance para que su experiencia voluntaria sea positiva para todos. Un curso con herramientas básicas de comunicación interpersonal, con un contexto actualizado sobre la realidad social, con una explicación de la normativa del voluntariado, con una diferenciación entre lo que es o no es voluntariado servirá para asentar el compromiso de la persona y para que tenga las herramientas necesarias para comenzar su actividad.

Los cursos específicos, los talleres, los encuentros informales, los seminarios y otros espacios dan contenido y contexto a una experiencia que primero transforma a la persona al romper sus propios prejuicios, luego al entorno más cercano y así sucesivamente. De dentro hacia afuera, no al revés. El voluntariado puede decepcionar a quienes sólo van a buscar amigos o pareja, pues existen otras actividades de ocio y tiempo libre que no comprometen a tantas personas y que generan menos expectativas.

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