EDITORIAL / La Diada

Medio millón largo de independentistas se echaron ayer a las calles de cinco ciudades de Cataluña para exigir que siga adelante el proceso de independización de aquel territorio y muchos medios consideran esa movilización un éxito, así que debe de serlo; por más que visto desde lejos el tema no parezca para tanto, ya que supone un diez por ciento de la población.

Lo que sí es el deseo de independencia de algunos catalanes es un problema para España, que lleva más de un siglo sobre la mesa pero cuya importancia creciente es la peor herencia que dejaron los mandatos de José Luis Rodríguez Zapatero, como la de José María Aznar es haber dividido a los españoles por la mitad. O la de Mariano Rajoy será hacer de la mentira una herramienta política.

Engañar a la población es clave para la política –el especialista Alexis de Tocqueville decía que la democracia es "la dictadura de la mediocridad" porque no gobiernan los mejores, sino los que mejor mienten–, pero Rajoy lo hace con tal desfachatez que le ha dado impunidad a la peor gente de España.

Como Zapatero dio alas a los peores españoles de Cataluña, al permitir que en aquella región creciera la querencia por un Estatuto de Autonomía que, por otra parte, no era más que repetir en Barcelona lo que ya tienen el País Vasco y Navarra. Y de aquellos polvos estos lodos: una fiesta tan bonita como la Diada de Cataluña es un problema para España.

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