Su graciosa majestad

Por Ana María de Luis Otero

No lo pongo en mayúsculas porque va a resultar que es no gracioso. Nunca jamás en mi vida he hablado mal de la monarquía y tampoco voy a hacerlo ahora. De hecho creo que en España es una institución necesaria llegado el caso de ser embajadores de un país de aquella manera.

Pero esta vez no tengo más remedio que parar el tsunami de dimes y diretes de los colegas que no se ceban con lo que Ha hecho Él sino que hablan de cómo se siente Ella que ya tiene guasa. Salgo en defensa de la mejor embajadora que ha tenido España; la reina Sofía y siento profundamente las horas de emisión que hablan de Su vida privada, de Lo que siente, de Lo que dice… Recuerdo cómo hemos pasado en la prensa de no publicar una foto en bañador en los años 80 a hablar de las tetas de la reina según las frases que hoy suelta la perla que andaba entre las sábanas de Juanito. Ahora resulta que al rey se le llama Juanito; somos así de snobs y tampoco pasa nada.

No pasa nada porque nada puede pasar. Ha perdido todo crédito posible, Ha hecho de Su capa, un sayo, y se ha creído por encima del bien y del mal. Nosotros no somos el tampax de Camilla. Este país confiaba que no fuera así, pero sí, somos de lo malo, lo peor.

Todo lo bueno que se Le ha atribuido, el 23 F y toda su relación con Franco, la transición, y toda la parafernalia que tuvo lugar en esa España que todavía hoy, reconocemos cercana, se ha perdido de un plumazo con sus fotos entre elefantes muertos mientras su país nadaba en la pobreza, la crisis, el paro, los míseros sueldos y de nuevo una guerra que aún no ha terminado que clasifica a ricos y a pobres como antaño.

Sus devaneos entre colchas de un chalé en Boadilla, Mallorca y otros lugares del territorio nacional, con coristas y otras damas del lugar;  todos los affaires posibles y probables, pasaron de ser una leyenda urbana a ser una novela por entregas, y digo entregas porque parece ser que ya llevamos varios programas hablando de Su persona. Usted, Señor, puede hacer lo que considere oportuno pero siempre con la exquisitez de un caballero; es decir, dejando a Su esposa en el más alto de los lugares. Que jamás pueda hablarse de Ella. Y es eso lo que sucede. Que hoy, todo el mundo habla de Ella. Y no Señor, no es Ella, es Usted. Tenía que haber tenido más cuidado porque las doñas que alimentaron sus desaires hoy se jactan de haber irrumpido en su vida marital, hoy se ríen en público de la Señora y alimentan programas y programas con basura y más basura acerca de Su vida privada. No nos importa pero sí nos importa que Hable de Ella.

Doña Sofía no se merece eso a sus 78 años. Ha sido una persona ejemplar y en Su ejemplaridad Ha estado su sentido del deber, el deseo de hacer todo por Su país, y que Sus hijos crecieran en el seno de una familia normal, educada, con valores y principios; esos que Usted, ahora, hoy, no tiene y parece ser que nunca tuvo según añade la corista.

Un perdón público; el segundo, porque el primero se refirió a la matanza exhibida de elefantes en Botsuana que también tuvo tela que cortar. Señora, muchos españoles La respetamos, La queremos, Le estamos muy agradecidos por todo cuanto Ha hecho por nuestro país y no compartimos los periodismos en plural del corazón y otras lindezas. Y hoy como ayer, no podemos consentir que se hable mal de Usted. Al igual que Su sucesora, Doña Letizia a quien no paran de criticar en la prensa canallesca; que si hace, que si deshace, que si tiene un gesto o que si lleva la chaqueta del revés. Es una persona que hace Su trabajo, que lleva a cabo un papel con todo Su esfuerzo y no hay que juzgarla cada vez que se mueve. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. ¿Cuántos de ustedes queridos periodistas podrían hacer ese trabajo con ese tesón y dignidad? Pocos, porque la mayoría no tienen ni la menor educación como para pedirle peras a un olmo; esos que hablan de modales en la televisión y que se gritan en nombre del periodismo.

Basta ya de hablar mal y de comentar que una fuente muy cercana a la reina ha dicho que Ella lo está pasando muy mal. No habla con la gente ni tampoco tiene fuentes que emitan sus sentimientos así que menos lobos caperucita. Gracias en nombre de la gente de bien que no entra a juzgar la vida del prójimo; ni siquiera la de Su todavía esposo. Esas cosas de balcones y colchas de macramé no son del interés de nadie. ¡Qué país tan cotilla y qué bien alimentan los programas mal llamados del corazón! Así va el share, subiendo como la espuma… Que se lo digan a Vasile que no se ha visto en otra. El Tomate, Sálvame y demás sucursales estarán aquí sine die porque hay más de una princesa del pueblo que se dedica a hablar de los demás. ¡Ay! ¿Dónde estará el periodismo?

¡Dios Salve a la Reina!

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