El Papa revolucionario

Por Jorge de Quintes

El papa Francisco ha colocado a América en el eje de sus visitas pastorales. Anda esta semana por Ecuador, Bolivia y Paraguay, pero tiene programados viajes a Cuba, Estados Unidos, Argentina o Chile. Eso sin contar el de Brasil al principio de su pontificado, aunque este ya estaba previsto por su antecesor Benedicto XVI. No sorprende esta querencia por el continente del que es originario porque en América del sur está la gran cantera de la Iglesia Católica. Una media del 80 por ciento de la población de estos países profesa esa religión y en la mayoría de los casos con bastante devoción.

Pero por encima de todo, Latinoamérica pone en la escena el mundo de la desigualdad, de los pobres y de la justicia social, el gran eje sobre el que Francisco quiere hacer girar su estancia como sumo pontífice en El Vaticano. Este es un continente con muchos recursos lleno de  pocos ricos muy ricos frente a muchos pobres muy pobres. Reducir esa brecha es uno de los objetivos que se ha marcado el representante de Dios en la Tierra y al que dedica un gran esfuerzo. No solo en América, baste recordar que sus primero viajes en Europa los cumplió en Albania o la zona italiana de Lampedusa. Un giro brusco de timón ante los esfuerzos realizados en los países que salieron de la influencia comunista el papa viajero Juan Pablo II.

Ecuador, Bolivia y Paraguay, el destino elegido para desembarcar en América Latina es el perfecto símbolo porque son tres de los países más pobres y con mayor inequidad. Francisco podrá robustecer en ellos ese papel de contrapoder que está jugando. Deberá hilar muy fino y hacer gala de esa reconocida diplomacia vaticana. Se encuentra en Ecuador y Bolivia con dos de los máximos representantes de esa nueva-vieja forma de hacer política que aboga por quitar a los ricos para dar a los pobres. Rafael Correa y Evo Morales basan sus amplias mayorías en una forma populista de comunicarse con sus pueblos entre el mito de Robin Hood y la preocupante deriva de las dictaduras encubiertas de mayoría parlamentaria absoluta.

La utilización de este viaje que hacen esos líderes bolivarianos ha sido acusada en las últimas semanas. Adaptan los mensajes papales a sus idearios, ¿quién no va a estar de acuerdo con que se reduzca el número de pobres?, y fuerzan al máximo el apoyo a sus ideologías extrayendo los pasajes que más convienen a  la filosofía que quieren imponer por encima de libertades, derechos y convenciones. Correa ha recibido esta semana pasada hasta cuatro llamadas de atención encubiertas por parte de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana. Le han pedido que deje de interferir en una visita pastoral y no política, que no satanice las manifestaciones de la oposición, que deje trabajar en paz a la familia, la empresa, las organizaciones sociales y los municipios. Que la vida pueda fluir en democracia sustancialmente. Difícil que el presidente ecuatoriano se sienta aludido. Él, después de ocho años de poder absoluto, se cree en posesión de la única verdad y capacitado para guiar a sus ovejas por el buen camino. En el fondo, lo que le gustaría es haber sido papa.

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