Expresarse sin trabas

Por Jorge de Quintes

"Gracias a la libertad de expresión hoy ya es posible decir que un gobernante es un inútil sin que nos pase nada. Al gobernante tampoco".

Desde la lejanía de Guayaquil sorprende el debate que hay en España a cuenta de la web de desmentidos de noticias falsas sobre su gestión que impulsa la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Es natural, por lo novedoso de la situación, el seguimiento a veces excesivo que la prensa hace de las nuevas alcaldesas por la expectativa que genera en los votantes la aparición en el escenario de actores nuevos que anuncian nuevas formas de hacer política. La iniciativa, que tampoco es inédita, puede ser simplemente un mecanismo de defensa contra esta sobreexposición mediática. Tampoco parece que vaya mucho más lejos. Tiene sus detractores, sus defensores y una gran mayoría de indiferentes.

Todos ellos hablan en sus argumentaciones sobre la libertad de expresión y sus límites y ahí sí que los matices comienzan a ser importantes. La frase que encabeza este artículo es una de las muchas que se esgrimen cuando se conmemora el día de la libertad de expresión. Hay cientos de ellas y para todos los gustos. En América Latina los conflictos entre la prensa y los presidentes populistas son el pan nuestro de cada día con importantes chispazos entre los dos frentes.

Rafael Correa, el líder máximo de Ecuador, es uno de los máximos referentes. Él ha convertido a la prensa en uno de sus principales enemigos y ataca despiadadamente a los medios de comunicación que no ensalzan sus logros y se atreven a criticarle. Les ha hecho una ley a medida, llamada Ley de Comunicación, para obligarles a rectificar cualquier noticia que su equipo de comunicación considere inadecuada. Es juez y parte, como en todos los aspectos de la vida del país, e impone sus criterios por la fuerza de la ley y la sanción económica. También con amenazas de cárcel, aunque de esto todavía no se ha dado ningún caso. Todos los periódicos, canales de televisión, emisoras de radio, revistas y cualquier medio informativo que le cuestiona han sido forzados a publicar rectificaciones, muchas de ellas en contra del más elemental sentido común.

Correa ha dicho, por ejemplo, "desde que se inventó la imprenta, la libertad de prensa es la voluntad del dueño de la imprenta". Algo que no se aplica, claro, cuando los medios en los que se publica la noticia son de titularidad pública. La paranoia es tan intensa que ya no se trata solo de publicar noticias que no agraden al poder. Cualquier político puede reprobar a un medio por no informar sobre un acto que él considere de interés para sus votantes. Imaginen ustedes que el alcalde de Villaviciosa les impone a 'El Comercio' y 'La Voz de Asturias' una noticia sobre un pleno municipal del que estos periódicos no informaron en su día por no considerarlo noticioso.

Aquí ha pasado ya. Y el periódico tuvo que publicar la noticia (con varias semanas de retraso) y pagar una cuantiosa multa. A veces, el realismo mágico de García Márquez se queda corto.

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