La Filosofía se pone de moda

Por Juan Carlos Laviana

¿A qué viene tanto interés por la Filosofía? Estamos en un tiempo en el que los límites entre verdad y mentira son más difusos que nunca, en el que la valía de las personas se mide por el número de amigos virtuales, en la era de la frivolidad suprema. Pero se muere un anciano pensador y, de repente, se convierte en tema de conversación popular, en fuente de interés social y en tendencia en las mismas redes a las que puso a caldo.

El fenómeno no es nuevo. Lo mismo que hemos visto estos con la muerte de Zygmunt Bauman, a los 91 años, ya lo vivimos el pasado agosto cuando se murió, también a los 91, nuestro Gustavo Bueno, después de décadas de hacerle muy poco caso. Y ocurrió también otro tanto con la desaparición,, en 2013 a los 96 años, José Luis Sampedro, apropiado repentinamente por los indignados, como si el autor de ‘La sonrisa etrusca’ fuera una revelación de última hora.

¿Qué ocurre para que nos sintamos tan desamparados? ¿A qué viene ese culto a la senectud en esta sociedad en la que el pipiolo es el rey? ¿Por qué ese interés súbito por la Filosofía? Buscamos respuestas en un mundo invertebrado –como la España de Ortega–, ahogados en una sociedad líquida –como la cultura de Bauman–, sumidos en esa “conversación silenciosa no verbal” (de emoticonos) que ya vio venir Gustavo Bueno con la televisión.

Probablemente por eso, últimamente escribimos todo entre interrogantes, nnos damos continuos mensajes de estímulo, recurrimos desesperados a la autoayuda o compartimos inspiradoras frases cursis en las redes sociales. Intentamos aprehender lo inasible, ya sea el pensamiento de Twitter, un terrorismo escurridizo como el del presente o un presidente gaseoso –por exclusión de lo líquido y los sólido– como el que tomará posesión pasado mañana en Estados Unidos.

Nos sentimos náufragos en un mar muy revuelto. Nuestro mundo es tan inabarcable, tan escurridizo y tan etéreo que, aprovechando lo sufridas que son las redes sociales, lo mismo debatimos si ha habido un calentamiento de la Guerra Fría, si es aplicable al presente la ‘Crítica de la razón pura’ de Kant o si Cristina Pedroche lleva ropa interior. No cabe duda. Aunque nuestros planes de estudio digan lo contrario, necesitamos Filosofía.

Contaba el otro día el periodista de ‘El País’ Jorge Marirodriga dos noticias reveladoras de la dictadura de lo políticamente correcto que nos oprime. Por un lado, un sindicato de estudiantes de la Universidad de Londres ha exigido a las autoridades académicas que filósofos como Kant, Platón o Descartes sean excluidos del programa. ¿Por qué? Porque fueron racistas y colonialistas. Los denominan “filósofos blancos”. Por otro, la Facultad de Teología de la Universidad de Glasgow advierte a sus estudiantes de que las imágenes de la crucifixión de Jesucristo pueden herir su sensibilidad.

Obviamente, ésa no es la Filosofía –ni la Educación– que necesitamos, entre otras cosas porque no es filosofía, sino una muestra más del mundo “líquido” que tan certeramente denominó Zygmunt Bauman, el ahora convertido en apóstol por los influyentes de Internet. Como decía Bertrand Russell, con un sentido del humor hoy inadmisible, “la mayoría de la gente preferiría morir antes que pensar, e incluso muchos lo hacen”. Probablemente, hoy la cultura dominante tacharía de demasiado liberal al gran pensador del optimismo.

La Filosofía que necesitamos tiene mucho más que ver con la que defiende el presidente irlandés, Michael Higgins, quien en este curso ha introducido la materia –retirada con la crisis– en los planes de estudio de su país.

Deberíamos tomar ejemplo. Y no por romanticismo, no. Sino por una cuestión egoísta y muy práctica. Porque vamos a necesitar personas preparadas para preguntar, y responder, las preguntas que Google no responde, como las cuestiones éticas que plantea la creciente robotización, las consecuencias de un desempleo masivo o cómo distribuir la riqueza en un mundo cada vez más digitalizado.

No es ciencia ficción. Hace uno días, Amazon anunciaba la creación de cien mil puestos de trabajo, precisando que estaban destinados a seres humanos…. Nada anormal si se tiene en cuenta que para la gran tienda on line trabajan treinta mil robots.

“Enseñar Filosofía –dice el presidente irlandés– es una de las más poderosas armas que tenemos a nuestra disposición para estimular a los niños a comportarse de una forma libre y responsable en un mundo cada vez más complejo, interconectado e incierto”.

Irlanda se ha convertido, por muchos motivos, en un buen ejemplo. Que vayan tomando nota los políticos.

NOTA.– Publicado en ‘La Nueva España’ el día 18 de enero

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