EDITORIAL / Dylan

El músico estadounidense Bob Dylan (un ser humano muy insoportable, que nació en Minnessota como Robert Zimmerman) es el ganador del Premio Nobel de las Letras de este año. Y la cosa llama la atención no por los méritos literarios del hombre, que los tiene y muchos, sino por el hecho de que el autor nunca ha escrito un libro... es como si se lleva la medalla de oro de los cien metros lisos un tipo que jamás hizo deporte ni saltó a la pista.

En realidad, el mundo actual parece moverse en la impostura más a gusto que ningún otro antes. O, quizá, lo que se mueve en la impostura es la Academia Sueca que otorga estos galardones; al fin y al cabo, ha distinguido como pacifistas a Henry Kissinger, Yaser Arafat, Isaac Rabin... o Barack Obama.

Todo el mundo tiene derecho a recibir premios, pero cada uno debe hacerlo en su ámbito. Por poner un ejemplo, el español Ortega y Gasset o el estadounidense Pulitzer distinguen el buen periodismo, pero una 'portera' de Sálvame no puede aspirar a otra cosa que un Ondas.

En la música lo mismo, se puede esperar recibir un Grammy o un Oscar (si el tema ha sido incluido en una película), pero es descabellado pensar en un Nobel... o lo era; de ahora en adelante, la cosa será distinta.

Suecia puede ir tomando nota: las letras de Paul Simon (la mitad creativa de Simon y Garfunkel) son una gloria.

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