EDITORIAL / Felipe

Ni Felipe González ni Juan Luis Cebrián pudieron pronunciar ayer su conferencia en la Universidad Autónoma de Madrid, por la acción de un grupo de violentos que impidió el acto. Y no se puede sino criticar esta acción, aunque también es verdad que mucha gente puede comprenderla.

'Isidoro' y su escudero 'Janli' son los ejecutores del reciente golpe palaciego en el PSOE. Y tienen que pagar un precio por ello. Lo que pasa es que impedirles hablar es mucho precio para una democracia, donde se da por hecho que todo el mundo puede decir lo que quiera.

En España hablan con soltura hasta delincuentes fiscales reconocidos, como el banquero Mario Conde o la baronesa Carmen Cervera, y criminales de guerra como José María Aznar o Mariano Rajoy... por no hablar de asesinos como José Amedo o José Barrionuevo.

La efervescencia hormonal y sanguínea de los universitarios garantiza que los estudiantes estarán en vanguardia de cualquier reivindicación; y que lo harán con frecuencia sacando los pies del tiesto. Pero no se puede culpar sólo a los podemitas de agitar el fuego... su hacer sería inútil si los socialistas de Cebrián y Felipe no hubieran encendido las brasas.

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