EDITORIAL / Oriente Medio

El mundo tiembla –o debería hacerlo– a la vista del enfrentamiento entre Arabia Saudí e Irán tras el asesinato de un clérigo chií en Riad, donde manda una mayoría suní formada en torno a los Saud... puede que una de las familias más sanguinarias de la Tierra; de hecho, Al Nirm murió por oponerse a ellos y no por sus creencias (como dice la propaganda oficial).

Conviene saber algunas cosas, sin meterse en vericuetos religiosos: 'propaganda' y 'oficial' son una sola cosa, ya que si la primera es publicidad política sólo el hecho de ser segunda le da una difusión mayoritaria; 'chií' y 'suní' son dos términos religiosos (equivalentes en el Islam a los cristianos 'católico' y 'protestante', mutatis mutandi), pero tienen una dimensión política porque equivalen a árabe e iraní; ambos conceptos tienen origen étnico (y equivalen a los clásicos mahometano y persa), pero significan hoy mucho más, ya que tienen detrás la fuerza de dos Estados enriquecidos por poseer petróleo.

Y ambos son graneros de fanáticos, por lo que una pelea entre ellos no tendría parangón en la Historia de la Humanidad, durante la que se enfrentaron intereses o ideologías, pero no creencias... salvo, quizá, en Las Cruzadas (de las que el mundo sabe poco).

Así que estaría bien que toda la gente volviera la vista a Medio Oriente, como llaman los ingleses a esa tierra que los españoles denominamos Oriente Próximo, porque puede que allí esté a punto de disputarse el futuro de la Humanidad; allí hay judíos, árabes sunitas y árabes chiítas... ¡Vaya cóctel!

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