En la bienvenida

Por Juan Tomás Frutos

Es un momento de tránsito, de idas y venidas, de despedidas y cierres y de llegadas incluso a las incertidumbres que nos proponen mejoras que a veces emprendemos y a menudo posponemos por mil motivos o puede que por ninguno en especial. En todo caso, los finales y comienzos de ciclos son maravillosos, pues suponen nuevas perspectivas. Así debemos interpretarlos.

Los inicios, como las conclusiones, tienen garra, entereza, convicción y ese sueño que nos introduce en la fantasía de que todo es posible. No olvidemos que la ficción de vez en cuando, fundamentalmente cuando ponemos de nuestra parte, se cumple, y conviene, en consecuencia, que estemos listos para efectuarla en todos sus términos.

Ahora, con la visión de que la historia está por hacerse, o incluso por desenvolverse, de nuevo, otra vez, igual, pero con segundas, terceras o enésimas oportunidades, en este cruce de caminos nos damos cuenta de que la belleza anda por dentro de cada cual y el gran desafío del año se halla en descubrirla, o, por lo menos, en no taparla. Parece un juego de palabras, pero estas frases entrañan mucha certeza.

Todo se transforma. Nos gusta despedir el año porque, en el fondo y en la forma, es un adiós que sabe a bienvenida. Uno se va y otro llega. Las perspectivas, sean las que sean, tienen el sabor de la esperanza de empezar, al menos un poco, de cero.

Nos acercamos ya a un “hasta siempre” para decir con toda naturalidad “hola”. Nos vemos en ese espejo de Alicia, a punto de dar el salto hacia unos meses que confiamos en que sean de ensueño.

Mi deseo (no puede ser de otro modo) es que tengamos lo mejor de lo mejor. Preferentemente anhelo que la salud no falte. Reclamo también que la diosa Fortuna nos acompañe con Cupido. Ansío mesura y fuerza casi a partes iguales.

Un consejo, no miremos para atrás, salvo para aprender de la experiencia. Incluso lo pésimo nos ha de servir para avanzar. Alberguemos el corazón abierto y seamos en la sensación de brillo, que nos puede aportar la dicha a la que tenemos derecho.

Tengamos, igualmente, muy presentes a los que sufren, a cuantos se hallan en soledad, o padeciendo por carestía o enfermedad. Han de ser los más queridos por ser los más vulnerables. No olvidemos jamás que ahí podemos estar todos, y estamos antes o después.

Busquemos y elevemos los conceptos y los efectos de la ilusión y de la verdad en positivo. Hagamos algunos propósitos, como una muy buena acción cada cierto tiempo, amén, claro está, de las que hiciéramos cotidianamente. Pensemos en algo más excepcional. Nos reconfortará.

En estos albores estamos repletos de buenos sentimientos, que hemos de exprimir y coaligar. ¡Buen año 2016 a todos/as! ¡Tratemos los nuevos días que se presentan como profundos enamorados de la vida! La cosecha (es mi petición) se ofrecerá buena y generosa. Ya sabemos que creer es poder.

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