EDITORIAL / Nada ejemplar

El asturiano Rodrigo Rato está a un paso de convertirse en la quintaesencia española de la corrupción, lo que desagradará a más de uno; pero no debería sorprender a nadie... sobre todo, porque el exvicepresidente económico del Gobierno lleva toda su vida siendo un soberbio y un cínico, y gustándole más el dinero que a un tonto una gorra de cuadros.

Sin duda, de casta le viene al galgo: padre de este Rato fue don Ramón, que estuvo en la cárcel por gestionar dinero irregularmente, de acuerdo con la doctrina del Franquismo... O ¿todo es mentira, y fue por ser enemigo del Caudillo? No parece probable para un hombre que se hizo millonario a la sombra del régimen del general gallego.

Este tal Rodrigo fue siempre un jeta que se echó a la espalda lo que pensaran de él en su pueblo natal, donde mucha gente recuerda que su pía madre se confesaba con el párroco de Cabueñes (que se parece a él más que su propio padre) o que denunció a un comercio local por perderle unos cojines que valían cuatro duros... él, que es millonario desde niño.

A cada nuevo paso que da la Agencia Tributaria, más se confirma que Rato es comisionista de negocios de cuello blanco y tráficos de mucha influencia... y ello no es sólo un descrédito para el Gobierno de España (donde estuvo como vicepresidente junto a José María Aznar), sino para el Fondo Monetario Internacional, aunque junto a Dominique Strauss-Kahn y Christinne Lagarde forma la santísima trinidad vergonzante del dinero internacional.

Los asturianos sabemos ya que Rodrigo Rato es un paisano poco ejemplar, pero habrá que ver hasta dónde llega su sinvergonzonería...

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