Una cuestión de ideología

Por RAFAEL VELASCO

Desde la llegada a los ayuntamientos y parlamentos autonómicos de algunas fuerzas políticas y candidaturas ciudadanas han reaparecido algunos debates que parecían olvidados, pues en los consensos imperantes hasta entonces, parecía pecado hablar de los mismos: abolición de corridas de toros, supresión de eventos militares, no asistencia de autoridades publicas a ceremonias confesionales, etc…

Muchos de esos debates, hasta ese momento, quedaban circunscritos a ámbitos muy reducidos de discusión, pues siempre había alguna voz autorizada que decía eso no tocaba, eso era secundario o eso era peligroso. Si alguna virtud han tenido los procesos políticos abiertos a partir del mes de Mayo pasado es que de nuevo se vuelve oír hablar en las instituciones de temas que eran considerados tabú para el ”stablishment” político vigente, o lo que es lo mismo para eso que algunos/as hemos llegado a denominar “casta”.

Ni que decir tiene que algunos de esos temas han sacado hondos sarpullidos en los/as que venían dirigiendo la política española desde hace cuarenta o más años. Hablar de limitación de mandatos, de rebajar sueldos de diputados/as y concejales/as, o de eliminar múltiples privilegios que algunos/as ya consideraban como naturales, constituye, solo el plantearlos, un ataque a la línea de flotación de sus formas de entender la política.

En esa misma línea se esta produciendo el debate sobre las ayudas de ayuntamientos de Gijón u Oviedo a los Premios Princesa de Asturias. Dicen algunos/as el debate que el mismos es un debate ideológico, como si hablar de ideas, principios o conceptos político-filosóficos fuera algo pecaminoso. Quien así critica que pueda hablarse de eso que hasta ayer estaba vedado, respira por las venas franquismo sociológico, pues considera la política como algo malo, eso si, salvo que la política sirva para asegurar los privilegios de eso que ahora venimos a llamar “los/as de arriba”.

Pues claro que es un debate ideológico, diría yo que profundamente ideológico, pues afecta a las bases mismas del sistema político salido de la Transición. A muchos/as no nos estorba dedicar 45.000 euros a actividades culturales, y mucho menos traer a Coppola o Woody Allen, a Padura o a cualquier científico famoso/a, a nuestras ciudades, pues somos conscientes de que ello repercute beneficiosamente en nuestra difusión internacional. Pero el problema es otro, ligado a que se intente vincular dichos gastos y eventos a colaborar con una institución como la Monarquía, profundamente anacrónica y reaccionaria. Y más aún que dicha ligazón se plantee como un chantaje que va en el mismo paquete, pues se plantea que lo uno es inseparable de lo otro.

Personas como yo, que nos consideramos demócratas y por ende republicanos/as en coherencia no podemos aceptar se financie con dinero publico a una institución antidemocrática e ilegitima como la Monarquía, y aun más en España, donde la misma basa su legitimidad de origen, básicamente, en las Leyes Fundamentales del Franquismo.

Es más se nos ha llenado la boca de criticar a la "casta", y en coherencia no podemos dar dinero a una Fundación donde están lo más conspicuo de esa casta, la política, la aristocrática y la económico-financiera. Dar dinero publico a una Fundación donde se sientan los más poderosos/as del IBEX 35, mientras se niega dinero para pagar la paga extra robada a funcionarios/as, donde no hay dinero para actualizar pensiones y salarios, o donde se nos dice día a día que tenemos que apretarnos al cinturón, resulta, a mi modesto entender, un atentado a la razón y a la justicia social.

No puede hacerse sólo una política de gestos, pero los gestos son importantes. Sus gestos no son neutrales, pues traer la Guardia Real a las calles de Asturies es una forma de intentar lavar la cara de escándalos como el caso Urdangarín. Confundir cultura con corte del Rey es una forma más de intentar mantenernos por los siglos de los siglos como súbditos de una familia a la que nada le debemos y a la que nadie eligió.  Su actuación también es profundamente ideológica, y frente a un pensamiento fuerte y sus manifestaciones concretas, somos muchos y muchas los/as que mantenemos la necesidad de hablar claro y de confrontar ideológicamente con nuestros principios y concepciones del mundo, sin seguir avergonzándonos de los mismos.

Por suerte, entiendo yo, vuelve a haber en ciertas instituciones representantes políticos que entiende que ser republicanos/as no es sólo ir a los cementerios el 14 de Abril, sino que son necesarios gestos de no colaboración con una Monarquía que intentamos sea superada más pronto que tarde, en nombre de la libertad, la fraternidad y la igualdad.

Llegó la hora de hablar claro, y de ser coherentes con hechos y no solo con palabras.
 
Rafael Velasco es abogado

Comentarios

  1. Que bueno sería que hubiese en Asturias y en el resto del país , mucha gente que pensase como tú Rafael. Brillante artículo.

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