Ban Ki Moon, en el Sahara occidental

Por Ana Camacho

Ha resultado llamativo que los medios españoles, por una vez, rompiesen el silencio en torno al conflicto del Sáhara Occidental e informasen sobre la gira al norte de África con la que el secretario general Ban Ki Moon ha puesto el foco internacional en el estancamiento del plan de paz que la ONU puso en marcha hace 25 años, sin ningún resultado.

Hasta la televisión pública RTVE, que a través del canal internacional se escucha alta y clara en Marruecos, ha informado de esta visita histórica, sin omitir la pataleta intolerable del Gobierno del reino alauita ante la iniciativa de Ban Ki Moon, incluyendo la actuación ofensiva con la que, desde Rabat, se ha acusado al máximo responsable de Naciones Unidas de faltar a la neutralidad y objetividad.

Por eso, no me propongo volver a enumerar los hechos de esta gira que es fácil rastrear en la prensa y de los que ya hablé en mi último programa en Radio El Vórtice.

Pero sí creo que puede ser útil reflexionar sobre algunos datos que no encontré en los relatos españoles sobre esta importante iniciativa onusiana. Por ejemplo, resulta curioso que en las varias crónicas de la enviada especial de RTVE nunca apareciese la imagen del avión de las fuerzas aéreas españolas que el Gobierno en funciones de Rajoy puso a disposición de Ban Ki Moon para la gira que, de hecho, arrancó en Madrid.

Como es lógico, los reporteros se han centrado en el relato de las tensiones entre Ban Ki Moon y el Gobierno de Marruecos que le han obligado a “aplazar” la visita que tenía previsto hacer a Rabat y de allí, a El Aaiún.

También tenía prioridad informativa el bombazo que ha supuesto que, pese al torpedeo marroquí, el secretario general hiciese la visita a los campamentos del Frente Polisario en Tinduf, y, sobre todo, las zonas del Sáhara Occidental bajo el control del movimiento de liberación.

Han quedado así en la sombra otros hechos menos noticiosos pero que contribuyen a dar sentido a la decisión con la que, por primera vez en 40 años que dura ya el conflicto del Sáhara Occidental, un secretario general de la ONU haya decidido constatar la situación sobre terreno.

Las crónicas han mencionado sólo de pasada que Ban Ki Moon también visitó Argel, donde fue recibido por el presidente Mohamed Bouteflika. Menos aún (o incluso nada) se ha dicho de las escalas que hizo en Mauritania y en Burkina Faso. Así como el papel de Mauritania es clave en el conflicto, resulta más difícil explicar la parada de Ban Ki Moon en Burkina Faso en el puro contexto de sus gestiones para desbloquear el conflicto, ya que hasta ahora no se le conoce al Gobierno en este país ningún papel en la cuestión más que el de ser uno de los pocos del continente africano con los que la monarquía alauita mantiene cordiales relaciones tras su espantada de la Unión Africana.

Las comunicaciones de la ONU explican la inclusión de este país en la visita de Ban Ki Moon con la prioridad que tiene para la ONU garantizar la seguridad y la paz neutralizando la amenaza islamista en todo el entorno sahariano-saheliano. En este contexto, sí tiene sentido la escala en Uagadugu dado el destacado papel que Burkina Faso está teniendo en la lucha contra el terrorismo yihadista en el Sahel –que ha golpeado este país en varias ocasiones– y, en especial, en el contexto de la misión de la ONU para Mali (MINUSMA).

La importancia que tiene la contención del Estado Islámico en Libia para que no extienda sus dominios con acciones como las del reciente ataque en la localidad tunecina de Ben Guerdan y, sobre todo, para evitar que no una fuerzas con Boko Haram en el norte de Nigeria, también ha sido tratada por Ban Ki Moon en su encuentro con el presidente Buteflika en Argel, el presidente Mohamed Uld Abdelaziz en Nuakchot y… el presidente Mohamed Abdelaziz en los cuarteles generales del Frente Polisario, en Rabuni. De esta manera el secretario general ha señalado al movimiento saharaui como un posible un aliado en esta lucha, y no como un sospechoso de dar apoyo al Estado Islámico, que es lo que se suele decir en Marruecos.

No es de extrañar que Ban Ki Moon se preocupe del terrorismo yihadista en un momento en que la intervención de Francia y EEUU en Libia hace temer en Argelia la llegada de una avalancha de militantes del Estado Islámico, a través de sus fronteras con el país en conflicto. Pero, además, al insertar la necesidad de buscar una solución de acuerdo con los principios de la ONU para el pueblo saharaui en la estrategia a seguir para acabar con esta amenaza, Ban Ki Moon ha puesto en el tablero internacional esa idea en la que él lleva insistiendo hace tiempo de que la frustración que suscita entre los saharauis el estancamiento del plan de paz podría acabar encendiendo un nuevo foco de instabilidad en la ya muy volátil situación del entorno sahariano-saheliano.

Por el momento, la visita del secretario general, ha servido de valioso balón de oxígeno para la dirección polisaria que intenta neutralizar la presión de los jóvenes a favor de la vuelta a las armas. Pero hay un incidente, ocurrido durante la visita de Ban Ki Moon en el lado polisario del Sáhara Occidental que ilustra que no hay que contar con que sus efectos sean duraderos.

Me refiero a las pedradas que un grupo de jóvenes saharauis lanzaron contra el vehículo en el que viajaba Ban Ki Moon y que le obligaron a suspender un encuentro. La prensa española no ha aireado el asunto.

Sí lo han comentado la prensa marroquí y la argelina. Según el relato del diario argelino El Watan, el propio Ban Ki Moon se refirió a lo ocurrido en una rueda de prensa en la que dijo comprender la reacción de los jóvenes que habían expresado un sentimiento de cólera ante el olvido del mundo de su penosa situación.

Seguramente, al referirse a la complacencia del secretario general con el Frente Polisario el Gobierno marroquí tenía presente este episodio. Pero, también hay que decir, que el empleo del término “aplazamiento” a la hora de explicar por qué había renunciado a viajar a El Aaiún, refleja la buena voluntad del secretario general también con la intolerable actitud de la diplomacia alauita.

Como bien decía el gran veterano de la causa saharaui Eugenio Sánchez Suárez, imaginemos por un momento, que el Irak de Saddam Hussein tras invadir Kuwait, hubiese prohibido a la ONU visitar el territorio ocupado; ¿hubiese dicho el entonces secretario general “no importa, puedo hacer el viaje más adelante?”

Es evidente que en Rabat no deberían quejarse ya que Ban Ki Moon le ha hecho un gran favor a Mohamed VI eludiendo que la razón del aplazamiento de su visita fue una prohibición marroquí: en una situación en la que Marruecos no tiene la soberanía, ni la administración “de facto”, reconocer que los ocupantes impiden la visita del secretario general de la ONU debería automáticamente que generar una reacción del Consejo de Seguridad de la ONU.

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