EDITORIAL / Pedro y Pablo

Los líderes del PSOE y Podemos –Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, respectivamente– se han visto para hablar del nuevo Gobierno de España y anuncian que sus posiciones están más cerca que nunca; aunque no es fácil reconocerlo en sus actos, porque los morados tienen sus expectativas muy altas y los del puño y la rosa odian a muerte a los otros. Así que el acuerdo sigue siendo improbable... lo que encantaría al presidente Mariano Rajoy, que sólo con el desacuerdo de enfrente podría tener una segunda oportunidad.

O quizá no, porque el gallego es ya tan antipático que hasta los suyos le cuestionan (en privado; nadie lo hace en público por si las fauces de Génova se cierran en el propio cuello), de manera que habrá que ver quienes son candidatos, en el caso de repetir las elecciones. Pedro Sánchez ha conseguido quitarse del cogote a la andaluza Susana Díaz; Pablo Iglesias está luchando por que la gente se olvide de Íñigo Errejón y Mariano Rajoy trata de que nadie le derribe, así que el único que no tiene duda de que repetirá es Albert Rivera.

Pero este Alberto es el principal impedimento de Pablo para estar junto a Pedro, lo que no se sabe cómo va a terminar, porque si los segundos nombres son bíblicos, el primero es germánico y todo el mundo sabe que alemanes y judíos no se llevan bien.

Alberto se llama también, por cierto, el Garzón de Izquierda Unida (al que tampoco quieren ni los suyos) y así es como acaba en manos de la herencia germánica el posible futuro de España, para el que todos desean que triunfen los albertos ('adalbertos', en origen; los que brillan).

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