EDITORIAL / Repetimos

Una vigilia en Gijón y una concentración en Oviedo ponen al pueblo de Asturias al lado de los ciudadanos de Grecia en la difícil situación que vive el país, que vota en referéndum si quiere acatar la disciplina del neoliberalismo europeo o si se sale del euro. Y el momento es ideal para convertir en editorial una columna de Joaquín del Río que ya publicó este medio, bajo el título 'Ich bin ein griego'. Decía:

"Sigo con mucho interés lo que está pasando en Grecia y me abochorna la dependencia de los medios de comunicación españoles de los poderes financieros; 'ABC', 'La Razón', 'El País' y 'El Mundo' están contando lo que pasa allí con un discurso único que emana de los bancos.

Ninguno de ellos cuenta que se ha suicidado un griego cada día desde que gobierna el país la llamada 'Troika', por las insoportables condiciones que impone la austeridad, aunque sé que no lo hacen porque, si lo hicieran, todos los europeos captarían la calaña de esos ejecutivos... y podrían revolverse hasta los ciudadanos que están pasando ahora por el aro (portugueses, españoles, irlandeses, etcétera).

Me canso de contar que si Grecia está como está es porque el PASOK y Nueva Democracia (digamos, el PSOE y el PP) compraron paz social sobre la base de gastar más de lo que ingresaban y, sobre todo, de inflar con dinero público un Ejército que es de los mayores del mundo, aunque el país es de los más pequeños.

Y de ese negocio se beneficiaron mucho los bancos que dominan la Unión Europea y hasta algunos de sus directivos a nivel personal: en un lugar muy destacado está el actual presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, que ayudó a aquel país a falsear sus cuentas para entrar en el euro.

Toda esa gente es la que nos dice ahora que si Grecia incumple sus compromisos puede salir de la moneda única, aunque no es verdad: eso sería terrible para la UE, de modo que ésta no quiere ver a los griegos fuera de su disciplina, sino al partido Syriza fuera de Atenas.

Los poderes económicos hicieron eso con Allende para imponer en Chile a Augusto Pinochet, en 1.973, y llamamos a aquello golpe de Estado porque necesitó el concurso de las armas; pero ahora ha cambiado el paradigma y ya sólo hace falta el poder del dinero.

Aunque no todos los europeos somos tontos y muchos recordamos cuando el Berlín hoy dominante necesitó una vez la ayuda de Occidente; así que parafraseamos al añorado John Fitzgerald Kennedy y gritamos: "Soy griego" (como el católico estadounidense se proclamó de la capital alemana para condenar el Muro construido por la República Democrática)."

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