La izquierda dubitativa

Por Jorge de Quintes

Pablo Iglesias no quiso exponer su marca política en las últimas municipales y compareció coaligado  con movimientos y asociaciones locales. Con buenos resultados en las grandes capitales y con triunfos sonoros como Madrid o Barcelona. En las autonómicas, por contra, las candidaturas de Podemos cosecharon pocos frutos y el balance final no dio para tirar muchos cohetes. Ahora esas coaliciones 'en común' que tanto éxito alcanzaron en los ayuntamientos torturan al gran partido emergente para las generales. Una fragmentación por la izquierda rebajaría sin duda las expectativas electorales en conjunto de esta tendencia y amenaza con cortar de raíz el sorpasso que muchos habían imaginado.

Es curiosa la ceguera de los políticos, también de los que irrumpen subidos en la ola del descontento social y las ganas de cambio. Podemos, con poco más de un año de vida, parece estar derivando hacia las formas tradicionales de un partido político de los de toda la vida. Los círculos, el efecto 15M, las nuevas formas, la participación, la implicación ciudadana, el afán de integrar se van disolviendo como un azucarillo en un café.

La ilusión por algo distinto se va apagando cuando los electores comienzan a observar como entran en juego los personalismos por encima de las ideologías, los intereses particulares antes que los personales o la defensa de una pequeña casta frente a la consecución de avances en beneficio de la ciudadanía.

Para mirarse en el espejo solo hay que echar un vistazo a algunos países de América Latina donde gobierna el socialismo del siglo XXI, como ellos lo llaman. Unas buenas dosis de populismo y alguna subvención que beneficia a los que no tienen nada provoca réditos millonarios en votos. Unos años después de que estos gobernantes manejen el poder puede verse a una nueva clase política instalada en el buen vivir, las corruptelas, la merma de libertades y el beneficio propio. Claro, las antiguas oligarquías dominantes siguen también ahí porque ellos continúan teniendo el dinero. ¿Y los pobres? También están ahí. Y en cifras alarmantes.

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