La Simonía y otros pecados
Por Joaquín del Río
Se queja parte de la Iglesia Católica de que la Primera
Comunión se ha convertido en "una fiesta de disfraces", en la que las
niñas se visten de princesas y los niños quieren ser mandos del Ejército. Y
tienen razón los prelados, porque para entrar en comunión no hacen falta tales
ropajes, pero ocurre que la Iglesia lleva en este caso la penitencia en el
pecado. Porque fue ella misma quien impulsó todo este boato.
El rito de la Primera Comunión como experiencia comunitaria
procede de la llamada 'Cruzada de los Niños', una ceremonia oficiada en 1212
para convertir en cristianos a los menores, una vez que la Cuarta Cruzada dejó
a la Cristiandad sin adultos y había que enviar gente a luchar en Jerusalén. El
Papa vistió de guerreros a menores y les prometió esposas a su vuelta, de donde
procede la ropa de militar de los comulgantes y los tules de las niñas. En
rigor, nadie sabe si la 'Cruzada de los Niños' es una leyenda o un hecho, pero
sus consecuencias son tan reales como si hubiera sucedido.
Para los curas, el dispendio nunca fue un problema hasta que
llegó la crisis actual, por la que mucha gente no es capaz de pagar que
comulguen sus hijos... lo que se traduce en que menos niños se incorporan a la
Iglesia. Y hasta ahí podía llegar ésta, para la que el boato es ahora un
poblema contra el que luchar, pese a que nunca lo había sido antes.
Es verdad que la estulticia dominante ha convertido algunos
acontecimientos vitales en hitos de exhibición de riqueza, hasta el punto de
que muchos han perdido todo su sentido; pero no lo es menos que nada de eso fue
un problema cuando las familias se endeudaban para pagarlos... y que sólo se
cuestionan ahora porque mucha gente no puede hacerlo ya.
A quienes saben poco de esto hay que recordarles que la
propia Biblia condena el pecado de Simonía (que consiste en vender los secretos
de la Religión) o que el Reformismo (Protestantismo, decimos en España) surgió
por criticar que la Iglesia fuera una máquina de hacer dinero y no un instrumento
para salvar gente.
Así que este discurso de la Primera Comunión no deja de ser
una reedición de lo de siempre... por no decir que si la Iglesia no quiere que
la Comunión sea un baile de disfraces debería renovar el traje de los
oficiantes, que es lo más anacrónico de la ceremonia.
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