¿Quién es periodista?

Por Paco Audije

Pequeña tormenta periodística en un pozo menor. Conclusión final anticipada: una o un animador/presentador de un programa no es necesariamente periodista. Eso es lo que se puede concluir del debate (de bajo nivel) en torno a Pascale Clark, una voz reconocida de la radio pública francesa (France Inter, como Radio 1 en RNE) a quien acaban de negarle el carnet de periodista. Desde hace años, es una figura de la radio, donde otras voces señaladas la acusan de ser propicia a la burla frente a algunos entrevistados y de dar lecciones a diestro y siniestro.

Explicación previa necesaria para profanos: en Francia, existe una tarjeta o carnet de periodista reconocido tanto por las autoridades, como por los empresarios y los sindicatos de periodistas. Es una acreditación amparada por la ley y el Estado. Para atribuirla, existe la Commission de la Carte d’Identité des Journalistes Professionnels (CCIJP), donde los patronos de prensa y los sindicatos de periodistas están representados por igual. Estos últimos afrontan periódicamente unas elecciones del censo profesional y obtienen representación proporcional en la CCIJP,  de acuerdo con esos resultados electorales y se sientan en la CCIJP (paritariamente) con los editores de los medios.

Pascale Clark puede seguir trabajando en la radio. No perderá su trabajo. Pero no es “periodista” a todos los efectos, según la CCIJP. Entre otros campos, la no renovación de su tarjeta de prensa le puede afectar en relación al pago de impuestos o para dejar de entrar gratis en los museos, por ejemplo. Los periodistas profesionales franceses, digamos los reconocidos por la CCIJP, ya sea que cuentan con contrato fijo, temporal o sean periodistas a la pieza, tienen derecho a una reducción del fisco al hacer su declaración de la renta. Eso es lo establecido, aunque el porcentaje sea menor cada vez.

En su tiempo, hace décadas, para acceder a eso, el Estado valoró los inconvenientes, riesgos y gastos inadvertidos que producía el ejercicio profesional del periodismo. En nuestra época, muchas circunstancias han cambiado y muchos discuten ese privilegio llamado “abattement fiscal”. Pero los periodistas no son los únicos que reciben un gesto favorable de la hacienda pública francesa.

En el caso de Pascale Clark, sin embargo, el criterio negativo de la CCIJP ha tenido que ver más con otros asuntos. En primer lugar, por estimar que su programa se sitúa más en el entretenimiento que en la información. En Francia, hay un programa televisivo ('Le Petit Journal', en Canal +) de formato similar al que conduce Wyoming en España (en La Sexta). Hace dos años, la CCIJP acogió (sufrió) otra polémica sobre cómo calificarlo. ¿Es solo periodismo? ¿Es información únicamente? ¿Cómo considerar esas programaciones híbridas donde la información se mezcla con otras cosas? Recuérdese el programa de Jordi Évole sobre el 23F. ¿Periodismo o historia-ficción? ¿Puede ser las dos cosas a la vez?

El segundo motivo de la negativa con la que se ha encontrado Pascale Clark tiene que ver con una cierta élite de periodistas-estrella. También, paradójicamente, con la forma de contratación de los más precarios. En apariencia, Clark está contratada como éstos, como “intermitente”, que es un tipo de contrato esporádico mediante el cual el trabajador de los espectáculos (o de los medios de comunicación) acumula jornadas. O diríamos “peonadas”, como los jornaleros de Andalucía o Extremadura. La diferencia, claro, es que Clark es un jornalero-peón de relativo lujo, alejada de la remuneración media baja del intermitente medio. Desde hace años, es una figura de la radio, donde otras voces señaladas la acusan de ser destemplada con los invitados menores y de “dar lecciones al mundo entero”. Una enfermedad que abunda en las estrellas mediáticas.

En Francia, los periodistas a la pieza (al menos los de la base) ni siquiera reciben –en muchos casos– remuneración (jornal) como tales, sino como “autónomos” o “por pago de derechos de autor” (¡!). He visto la nómina de pago (“fiche de paie”) de alguien cercano que trabajó en 2014 por días en una productora de televisión; cuando lo llamaban, de tarde en tarde. Consta como “collaborateur artistique”. La CCIJP rechaza con frecuencia las peticiones del carnet profesional que reclaman estos periodistas porque casi nunca pueden probar que viven del periodismo. O predominantemente del periodismo, porque tienen que probar que –al menos– el 50 por ciento de los ingresos que reciben lo son como tales periodistas.

De modo que los dueños de los medios franceses (no ignoro las habas que cuecen en otras ollas) imponen muchas veces soluciones semilegales, que afectan no solo a la decencia de las condiciones laborales sino también al equilibrio informativo. Hay quien se ve obligado a firmar para sobrevivir. La ética y la preocupación por la calidad del medio se diluyen y aumentan las posibilidades de manipulación del mensaje. En muchos casos, el pago es menor simplemente porque el sistema niega el carnet de prensa a un determinado tipo de periodista más precario (frecuentemente más joven, pero no exclusivamente). En este campo, los sindicatos y organizaciones de periodistas pelean –con algunos éxitos- para mejorar la remuneración y los beneficios sociales de los periodistas más jóvenes o más precarios.

La CCIJP ha considerado también el hecho de que Clark sea su propia productora. Ella ha reaccionado como “dama ofendida”, un tanto histriónica, y alguna figura de la élite de los medios ha protestado. Patrick Cohen (France Inter, radio pública), que dirige el informativo de más prestigio de las mañana ha roto su carnet de prensa ante una cámara. Un redactor-jefe de France2 (televisión pública) le ha replicado en un tuit: “En lugar de romper su carnet de periodista, algunos colegas deberían preguntarse por qué se abusa tanto del estatuto de los intermitentes en el campo audiovisual”. Miles de técnicos, de camarógrafos y de periodistas son contratados y despedidos a diario como “intermitentes”. Son como cómicos ambulantes, como muchos actores o vendedores del mercado semanal, como cantautores que alguien escucha de vez en cuando.

Los medios, incluida la radio pública, abusan en Francia de la flexibilidad de esas contrataciones. Ojo, las estrellas también pero en mejores condiciones, claro: “Los productores que son animadores de programas están casi todos contratados como intermitentes, con contrato estacional o de temporada; luego van al paro, antes de renovarles de nuevo, si su programa puede seguir funcionando en la temporada siguiente”, dice la revista 'Marianne'.

Centenares de periodistas sufren peores condiciones que Clark, porque el sistema tolera que dejen de pagarles durante meses. Pasan por la oficina de desempleo y quizá puedan regresar a la empresa desde la que llegaron hasta allí… para reanudar el ciclo. No pueden aspirar al carnet de prensa ante la CCIJP porque no acumulan ingresos suficientes. Algunos trabajan de camareros, por ejemplo, en las temporadas vacías. En los medios audiovisuales, alguien habla ya de la “hiperflexibilidad”.

Como respuesta a la tormenta en el vaso de agua de Pascale Clark, la revista 'Marianne' ha propuesto una broma a sus lectores: que rompan una mala foto cualquiera de sí mismos. Para recordar que la estrella de la radio tuvo el atrevimiento de exponer fotos propias de bajísima calidad de ella misma en una galería de París. Unas fotografías que solo mostraban lugares que todo el mundo conoce y un montón de tomas desenfocadas de la propia Clark entrando y saliendo de la radio. Una estupidez (y sé que no hay nada que no pueda empeorar).

Aquí o allá, en el mundo del periodismo, el fulgor del estrellato es casi siempre directamente proporcional al número de los que bucean con dificultades en el fondo del pozo de los medios. Y muchos confunden el oficio con el favor diario que reciben de sus patrocinadores o jefes mediáticos. Confunden el nivel de su inteligencia con su propio ego. Qué desastre.

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