Podemos quiere sabatinas

Por Jorge de Quintes

El otro día en la tan comentada entrevista de Jordi Évole a Pablo Iglesias creí entender que el líder de Podemos manifestaba su disposición a implantar un programa de televisión ¿diario, semanal, mensual? para explicar su gestión a los ciudadanos si llegase al gobierno de la nación. No es ninguna idea original.  Ya se aplica bastante frecuentemente en América Latina, sobre todo en los regímenes que pueden tener alguna conexión con el partido que ha irrumpido en la política española como elefante en una cacharrería y parece en condiciones de poner  patas arriba el mundo de la política, según lo que dicen las encuestas publicadas y las por publicar.

Yo soy poco amante de los discursos políticos porque hace ya unos cuantos años que no creo en ellos. Por eso nunca me llamó seguir las largas diatribas del Fidel Castro de sus buenos años o el Hugo Chávez que ahora se ha convertido en una especie de santo en Venezuela, donde se le venera incluso con una versión del Padrenuestro católico y con imágenes y tallas de formato religioso que dejan en mantillas a las establecidas por el Vaticano.

Sin embargo, por cuestiones profesionales, tengo que seguir las sabatinas que dicta el sexto día de la semana el presidente de Ecuador, Rafael Correa. Se llaman enlaces ciudadanos de rendición de cuentas y ocupan cuatro horas, de 10:00 a 14:00, todas las semanas en las televisiones y radios del país. Aquí no hay empresas de medición pública de seguimiento televisivo ni radiofónico así que no puedo decirles con cuanta audiencia, pero esta es elevada porque inunda el espacio radioléctrico.

El presidente tiene tablas televisivas y se maneja con soltura en el discurso. Otra cosa es que cuando le has visto media docena de veces ya todo te suena repetido. Sus apariciones son una mezcla de elogio de sus actividades, reprimenda a los sectores públicos que él considera que no han hecho bien algunos trabajos, consignas polìticas de su credo y ataques furibundos a la oposición política y la prensa que no comulga con sus ideas. Es habitual que rompa periódicos en público e insulte a las personas, organizaciones y estamentos que no comparten sus ideas. Sin ninguna repercusión judicial porque la justicia está en sus manos.

Yo lo veo difícilmente trasladable a España, al menos en este formato. En los países con libertad más avanzada (y España en este asunto está bastante por delante de Ecuador), los humoristas tendrían un filón inagotable para erosionar la imagen de alguien que se atreviera a impartir doctrina sesgada, manipulada y parcialísima. Pero hace ocho meses nadie habría puesto un euro encima de la mesa en una apuesta por Pablo Iglesias y ahora parece que podría hasta ganar unas elecciones. Así que no anticipemos acontecimientos.


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