De documentales y cárceles

Por En Cierta Medida

La kalokaghatia, la unión de belleza y bondad, es el gran principio de la estética clásica: el ideal de belleza lleva implícito el valor moral de la bondad. Sería fácil para mí hablar de los documentales de La 2, esos documentales sobre animales, viajes o simplemente “cosas” a los que todo el mundo se refiere con una sonrisilla condescendiente, como una nueva kalokaghatia griega porque al ideal de belleza en las formas se le suma el valor moral de la bondad de un producto televisivo que puede que no nos convierta necesariamente en mejores personas, pero no hace de los espectadores peores seres humanos. Sería fácil, así que lo haré.

Decía el escritor portugués José Saramago que la escuela prepara mal, el instituto prepara mal y la universidad prepara mal, de ahí la cantidad de personas que llevan a cuestas ese rótulo invisible que es el analfabetismo funcional. Saramago atacaba también a la televisión: para estar cuatro horas delante del televisor no se necesita ningún esfuerzo, sino que basta con sentarse en el sofá; pero para leer sí se necesita un esfuerzo.

Los defensores de la enseñanza pública del siglo XIX sostenían que abrir una escuela significaba cerrar una cárcel y, aunque cada vez haya más cárceles, me parece que tenían razón porque sin escuelas habría muchas más. Y también creo que hay programas televisivos que exigen más esfuerzo que ciertas novelas. Un esfuerzo que en realidad no cuesta esfuerzo.

¿Sería exagerado decir que por cada documental sobre los leones del Serengueti, por cada capítulo de 'Paraísos cercanos' o por cada episodio de la extraordinaria serie documental 'La historia no contada de Estados Unidos' se cierra una cárcel o, al menos, no es necesario crear una nueva?

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