EDITORIAL / El Musel
Hay una interpretación simpática de la política que circula
por Gijón para defender que las gentes de Xixón Sí Puede no apoyen la
investidura del socialista José María Pérez como nuevo alcalde. Y resulta
simpática porque, además de tendenciosa, es falsa.
Dice esta tesis que el PSOE local es responsable de los
sobrecostes de la ampliación del puerto de El Musel y no es verdad porque de
esa obra no es responsable la Presidencia –que es lo que nombran los
socialistas–, sino el Consejo de Administración de la Autoridad Portuaria y en
éste están presentes todos los partidos de Gijón, además de los sindicatos y
muchas organizaciones profesionales (la Cámara de Comercio, sin ir más lejos).
Y, por cierto, si el Principado nombra al presidente del
puerto no es por propia voluntad, sino como consecuencia de las cesiones que
hizo Francisco Álvarez Cascos a Jordi Pujol para llegar a La Moncloa. El
catalán exigió a José María Aznar la gestión del puerto de Barcelona para
apoyar su investidura (cuando el marido de Ana Botella dijo que hablaba catalán
"en la intimidad"... ¿se acuerda alguien?) y Cascos y Rodrigo Rato
negociaron un acuerdo (llamado 'del Majestic', porque se firmó en este hotel)
que entregó la instalación a la Generalitat; y, como consecuencia, los demás
puertos de España acabaron gobernados por sus respectivas comunidades autónomas.
Con los años, Pérez terminó siendo consejero socialista en
El Musel, pero fue uno más de varios y muy poco relevante; nada que ver con
Jesús Montes Estrada, Churruca, mentor de Aurelio Martín, candidato de
Izquierda Unida en Gijón con el que los de Xixón parecen no tener ningún
problema.
De modo que el prejuicio contra Josechu no debe de venir de
su paso por El Musel, sino del hecho de haber sido concejal en la corporación
municipal que llevó a la cárcel a miembros de la Corriente Sindical de
Izquierda... por mucho que cada uno quiera creer la versión que prefiera. Así
que hasta el populismo tiene un límite: se puede contar a la gente lo que
quiere oír y omitir el resto, pero decirle mentiras siempre pasa factura; ya se
sabe que la trampa rescampla.
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