Sanear el Estado de Guatemala
Por Ileana Alamilla
Hay una frase que enuncia una verdad:
“nunca la noche es más oscura como cuando ya va a amanecer”, esa esperanza
albergamos en Guatemala después de tantas décadas de recibir como herencia el
traslado de estructuras que han tenido como propósito saquear el Estado para
beneficios de los de turno.
La Cicig y el Ministerio Público han
logrado que recuperemos la confianza en que quienes se han enriquecido a la luz
del aparato estatal serán castigados. El mecanismo de acumulación estaba
intacto porque a las redes que lo han mantenido vigente nadie las había
enjuiciado. Antes, aún con los otros comisionados, el combate a la corrupción
no fue la prioridad; los imputados tenían confianza en coordinar hasta por
teléfono sus negocios ilícitos.
El comisionado Velásquez ha reiterado que
no se están persiguiendo nombres, cargos, allegados o a poderosos, se están
investigando delitos que han diezmado las arcas nacionales, cometidos por
personas inescrupulosas en complicidad con los corruptores que también deberían
ventilarse públicamente, aún cuando tengan el pretexto de que si no hubieran
actuado así, no hubieran tenido garantizados sus contratos y que de paso
aprovechan para sobrevalorar sus productos. Es obsceno el cobro millonario de
comisiones para otorgar esos contratos y es doblemente repudiable porque
repercute en personas que sobreviven en condiciones precarias.
No termina de sorprender el tamaño de la
ambición de los corruptos; el descaro con el que han operado, que hoy queda
puesto a la luz del sol, de las riquezas mal habidas que después exhiben sin el
menor recato, como ha ocurrido en otros casos, los que lamentablemente, la
memoria social olvidó y prácticamente contribuyó a blanquear. La garantía de la
impunidad ha sido uno de los factores determinantes que ha cobijado la
reproducción de ese sistema. Sabían que podían delinquir pues tenían la certeza
de que no pasaba nada.
Ahora el escenario cambió. Ninguno de los
que ha participado en negocios ilícitos está libre de ser investigado. Poco a
poco los alcanzará el dedo acusador. Se les acabó la fiesta. Van a ir cayendo
uno a uno. Tienen razón de mantener ese desasosiego porque las investigaciones
están adelantadas y la estrategia está trazada, se persigue por un hecho y de
allí se tejerá la telaraña para llegar a los grandes desfalcos o negocios
turbios.
Hoy es el ejecutivo y una entidad
autónoma, mañana el legislativo y el judicial, y probablemente, la próxima
revelación podría ser la contaminación y vinculación del financiamiento de los
partidos con el crimen organizado o la narcoactividad.
Optimistas y tranquilos están los
funcionarios y empleados públicos honrados y honorables que han debido navegar
en esas aguas negras sin mancharse. Reconocemos el principio constitucional de
inocencia, el que solo puede ser descartado con la debida comprobación de los
hechos delictivos imputados.
El Presidente está ahora en un momento
crucial. Desde afuera le llegan las órdenes y decisiones que debe ejecutar. No
tiene más alternativa que subordinarse. Tuvo la oportunidad de impulsar algunos
cambios, de rectificar el rumbo y no fue firme.
Ahora sigue la demanda por las reformas,
hacer las propuestas y exigir las que ya están listas. Se sabe cuáles son las
iniciativas estratégicas: la Ley Electoral y de Partidos Políticos, la del
Servicio Civil, reformas al sector justicia, la de contrataciones del Estado y
de Desarrollo Rural Integral. A ver si los diputados o alguien más se atreve a
oponerse.
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