Lo de Grecia

Por Joaquín del Río

Los griegos celebran el 5 de julio un referéndum para decidir si quieren cumplir la exigencia del Eurogrupo para continuar en la UE o si se salen de su disciplina y van por libre... lo que, al final, quiere decir si viven por sí mismos o siguen dependiendo de Alemania y de 'su' Europa.

Y la elección se transmite al pueblo como ideológica (habrá que votar a los descerebrados de Syriza o a institucionales herederos de los Papandréu y los Caramanlis –lo que equivale a decir en España el PP y el PSOE, frente a Podemos–) cuando en realidad es de sistema.

Porque el bipartidismo del PASOK y el ERE dejó al país heleno con una deuda impagable –resultado, entre otras cosas, del gigantesco gasto militar (motivado por las millonarias jubilaciones del Ejército, para conjurar toda amenaza de golpe de Estado)– y no pueden ser responsables de él los bienintencionados ministros de Alexis Tsipras, que ni tienen el control del pasado de Atenas ni estaban aquí cuando se generó esa deuda impagable; gracias a la cual Grecia tiene una de las Armadas más grandes del mundo, aunque es uno de los países más pequeños...

Antes de las Naciones Unidas, los conflictos entre países se resolvían con invasiones (como hacía la Alemania de Adolf Hitler), pero tras ellas cualquier dominación es más económica que militar; y bajo ese paradigma de la ONU se llega al mundo de hoy, donde Grecia está en la picota porque se duda de si podrá afrontar su deuda futura con bancos alemanes; y hay quien quiere asegurarlo rebajando las pensiones... de la gente de a pie, nunca de los privilegiados.

En el fondo, el debate es el mismo desde la Revolución Francesa: ¿es suyo lo que los ciudadanos generan o es de las clases dominantes? Con el nuevo espíritu por bandera nacieron los Estados Unidos de América para discutir el paradigma de la Vieja Europa, aunque luego se pervirtieron los discursos y Washington se identifica hoy con lo rancio, mientras lo moderno viene de Chicago.

A estas horas, prefiero no hablar de Friedman sino de Jüncker y desearle a Grecia un buen final de su pulso contra la Unión Europea... y ya hablaremos de otras cosas.

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