U-u-u
Por En Cierta Medida
Puede que la culpa sea mía. Veo en el telediario los
resúmenes de los debates en el Congreso y siempre creo que va a aparecer James
Stewart pronunciando un maravilloso discurso que nos convertirá a todos en
caballeros sin espadas. Me planto delante del televisor dispuesto a dar una
oportunidad más a nuestros políticos y espero la aparición de Charles
Laughton envuelto en la toga senatorial destilando esa fina y fiera
oratoria capaz de hacer polvo a los seguidores de Craso.
Pero la política española no es como una película de Frank Capra ni, mucho menos, como una sesión del senado romano que sirve de fondo a la rebelión de Espartaco según Stanley Kubrick. La política española, al menos la política que los espectadores vemos desde nuestros sofás en los telediarios, no es más que una mala caricatura de 'Al salir de clase', aquella serie que era a la adolescencia y a los institutos lo que 'Cuarto milenio' es al rigor de la ciencia.
Pero la política española no es como una película de Frank Capra ni, mucho menos, como una sesión del senado romano que sirve de fondo a la rebelión de Espartaco según Stanley Kubrick. La política española, al menos la política que los espectadores vemos desde nuestros sofás en los telediarios, no es más que una mala caricatura de 'Al salir de clase', aquella serie que era a la adolescencia y a los institutos lo que 'Cuarto milenio' es al rigor de la ciencia.
Supongo que
las reglas del debate parlamentario que se sabe televisado son las que son,
pero esas reglas tienen que ser cambiadas si ofenden a la inteligencia de los
ciudadanos y desprecian sus deseos de presenciar un encuentro político y no un
previsible desencuentro, un batiburrillo formado por jerga, insultos baratos,
estudiados gestos de desprecio y desesperante déficit dialéctico, ético y
estético.
Rajoy y Sánchez, los dos grandes (de momento) de la política española, no han entendido nada porque siguen creyendo que los ciudadanos-espectadores votaremos al adolescente más guay de 'Al salir de clase'. Sólo así se puede entender no sólo el desprecio que Rajoy, Sánchez y compañía tienen por las enseñanzas de James Stewart y de Charles Laughton, sino su infinita capacidad para producir vergüenza ajena y sorprenderse de que las encuestas les manden al baúl de los recuerdos... u-u-u.
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